El Pleno Empleo y la Política Laboral
OPINIÓN | 10 Nov 2017
HUGO BALDERRAMA / 10 NOVIEMBRE.- El tema laboral, se maneja frecuentemente con los sentimientos y no con la razón. Valiéndose de este procedimiento, no es posible ofrecer al obrero mayor bienestar. Aunque esta táctica, es muy útil para generar conflictos, que son altamente rentables para la izquierda.
Los recursos son escasos y las necesidades son ilimitadas. El recurso por excelencia, el factor productivo menos específico y más fácilmente convertible, es el trabajo. Por principio de no contradicción, no podemos decir al mismo tiempo que los recursos son escasos y sobreabundantes. Mientras haya necesidades insatisfechas, el trabajo, elemento esencialísimo para aliviarlas, no sobra. En un mercado libre, no hay tal cosa como desocupación y falta de trabajo.
El desempleo es la consecuencia natural, de fijar salarios mínimos, es decir: salarios por encima al nivel de mercado. Supongamos que hoy se fijara un salario mínimo de 8000 bs por mes en Bolivia. Acto seguido, toda la nación se queda sin empleo. Desgraciadamente, los salarios e ingresos no pueden incrementarse por decreto. El único factor determinante del aumento de los salarios reales, es el capital.
El capital adicional presiona sobre la mano de obra, haciéndola más escasa respecto a este primer factor, lo que provoca el alza en los salarios e ingresos reales. Esa es la verdadera razón, que explica la diferencia de salarios entre nuestro país y cualquier otro. El incremento de la tasa de capitalización lleva a aumentos en la productividad marginal del trabajo. Esto quiere decir que los trabajadores menos calificados, ven subir sus salarios, como consecuencia de la mejora de la economía.
Equivocadamente, se suele denominar el trabajo como un derecho, como algo que puedo exigir, y que los empresarios o el Estado están obligados a otorgar. En realidad, el trabajo es una consecuencia no deseada (una externalidad), ningún capitalista apertura una empresa con el objetivo de generar empleo. El dueño del capital tiene como objetivo único, aumentar su rentabilidad, para ello debe ofrecer bienes y servicios en el mercado; y para poder producir sus bienes y servicios debe contar con trabajadores. Este proceso es el mismo, sin importar que el capital sea nacional o extranjero.
Existe la creencia de que, en un contrato laboral, el trabajador tiende a perder, entonces el Estado debe intervenir para nivelar las fuerzas. Esta conclusión proviene de parcializar el análisis, perdiendo de vista el conjunto. Siempre se contrata entre desiguales, todos los hombres son desiguales entre sí (es realmente una suerte que así sea). La desigualdad permite la división del trabajo. Los contratos solo tienen sentido cuando hay situaciones desiguales. Los arreglos entre personas adultas, mientras no ocasionen daños a terceros, deben estar reservados a los directamente implicados en cada arreglo, que en el caso referido es el empleador con el empleado. Cualquier intervención fáctica, que obligue a las partes a hacer cosas que no quiere, es de carácter criminal, y no cambia la naturaleza del hecho, si ese accionar, se llama “Ley General del Trabajo”.
Las leyes laborales que dicen proteger al trabajador, lo que hacen de hecho, es condenar el futuro de sus hijos, porqué como enseñó el profesor Federick Hayek, las leyes malas tienen efectos negativos en el largo plazo. Los únicos beneficiados con estas leyes, son los malos empleados y los abogados laboralistas, que en muchos casos, usan chicanas legales para hundir a los empresarios.
/*Hugo Balderrama es economista Master en Administración de Empresas y PhD. en Economía/
Fuente: VISOR BOLIVIA