Las Utopías Enemigas de la Libertad y el Progreso
OPINIÓN | 25 May 2018
La utopía es un género literario iniciado por Tomas Moro que durante el renacimiento, produjo una gran cantidad de obras. Sus fuentes principales fueron leyendas urbanas de la edad media y prejuicios que ciertos grupos aristocráticos tenían por el naciente capitalismo.
En esa época, ciertos grupos pretendieron convertir las utopías en realidades, entre ellos:
Los Falansterios que establecieron comunas ecologistas alejadas del progreso y con un estricto control de natalidad (máximo 1600 miembros). Todos los miembros trabajaban el campo como mecanismo para alcanzar el máximo desarrollo interior de cada integrante. En la práctica, el único falansterio que hubo en Francia fracaso casi de manera inmediata.
La colonia “Nueva Armonía” fundada en el Estado de Indiana en EEUU fue la puesta en práctica de las granjas cooperativas de Robert Owen. La colonia tenía como meta final la creación de un “hombre nuevo” ajeno a todos los vicios de la sociedad. Obviamente, fue un rotundo fracaso.
A mediados del siglo 19, aparecen en escena Carlos Marx y Federico Engels quienes mezclaron la utopía con la dialéctica hegeliana, y usaron este hibrido como un método para explicar la evolución de la historia y los medios de producción. Ambos autores asumieron que superaron a los anteriores socialistas, a los que llamaron peyorativamente “utópicos”, y se denominaron como creadores de un “socialismo científico”
El marxismo fue infiltrándose en varias ciencias sociales, su influencia se puede observar en la sociología, la psicología, la pedagogía, la economía y el derecho. Las voces de alerta son rara vez escuchadas. Por ejemplo: José María Iraburu en su libro “Evangelio y Utopía” describe el “socialismo científico” como una corriente más dentro del género literario utópico, y que cualquier pretensión de “científico” es solo eso, una pretensión.
Karl Popper advirtió que las ciencias que pretende explicarlo todo, en realidad, no explican nada. Popper quedó impactado de como los marxistas solo buscaban datos que confirmen sus hipótesis, y hacían sus teorías tan flexibles que cualquier cosa contaba como una confirmación. Como respuesta a este disparate, Popper estableció el principio de falsación para diferenciar las teorías verdaderamente científicas de las ideologías.
El marxismo no sería un peligro, si se quedara en los libros de cuentos y los guiones de cine. El problema radica en que es la ideología que triunfa en la política. Los parlamentos son fábricas de leyes de inspiración marxista como: leyes de salario mínimo, leyes de género y las leyes educativas (en realidad de adoctrinamiento). La pobreza, la inseguridad y las migraciones son el resultado de los marxistas en el poder, así lo evidencian Venezuela, Cuba y Bolivia.
Entonces, ante un problema político, la solución debe ser política, y para eso, es necesario la conformación de un partido que defienda los principios contrarios: el orden natural sobre la ingeniería social, el derecho natural sobre el positivismo jurídico, la economía libre sobre la planificación centralizada y la ciencia por sobre las ideologías.
/*HUGO BALDERRAMA ES ECONOMISTA MASTER EN ADMINISTRACIÓN DE EMPRESAS Y PHD. EN ECONOMÍA/
Fuente: VISOR BOLIVIA