La Fe de una Nación
OPINIÓN | 20 Jul 2018
Estudiar la historia de los Estados Unidos de Norte América es apasionante. Una nación que en sus fronteras recibió a migrantes de todas las latitudes, de todos los tonos de piel y de todas las religiones. Un país donde progresaron millones de personas. Personas que en sus naciones de origen estaban condenadas a la más cruel miseria. Una sociedad donde los chinos convivían en paz con los japoneses. Y los árabes eran vecinos con los judíos. ¿Qué hubo detrás de ese experimento político? ¿Qué hizo tan fuerte al coloso del norte?
El secreto estadounidense es su cultura. Cultura que es el resultado de la cosmovisión cristiana de la sociedad.
A principios del siglo XVIII, los puritanos seguían una visión mística del cristianismo. Pero a mediados de siglo, los puntos de vista más modestos de la providencia que hasta ese momento habían dominado a lo largo de las colonias del Atlántico Medio y Sur habían sido suplantados por el estricto calvinismo de Massachusetts y Connecticut. América fue Nueva Inglaterra. Según el historiador John F. Berens, el motor de esta transformación extraordinaria fue el Gran Despertar de la década de 1740 que ayudó a difundir los conceptos teológicos en todas las colonias. En los electrizantes sermones de George Whitefield, Jonathan Edwards, Gilbert Tennent, Samuel Davies y muchos otros predicadores, los colonos de Nueva York a Carolina del Sur se encontraron por primera vez con las poderosas ideas providenciales que previamente habían transfigurado las mentes de los colonos puritanos de Nueva York.
A diferencia de Francia, la revolución americana fue una lucha profundamente cristiana. No fue casualidad que durante la guerra independentista los colonos cantaran el Salmo 35. Y que George Washington, cuando tomo posesión como primer presidente, haya jurado sobre la Biblia abierta en Deuteronomio 28. Un símbolo de la teología del pacto de larga tradición protestante.
Durante la guerra de la independencia, políticos y clérigos discutieron el mejor modo de contener el poder estatal y garantizar las libertades religiosas, políticas y económicas del ciudadano. Y eso lo reflejaron en la Constitución de la joven nación.
La Primera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos es una garantía para la libertad religiosa. Aunque la izquierda, forzando la historia, la pretende usar para acabar con la actividad de las iglesias y borrar la tradición cristiana estadunidense.
El político conservador Newt Gingrich, en su libro “Descubra la Fe de una Nación”, relata los intentos por declarar inconstitucional la frase “una nación bajo Dios”. Frase que es parte del juramento a la bandera y que el 90% del pueblo americano acepta como parte de la identidad de su nación. Afortunadamente, la mayoría del pueblo americano es consciente de la importancia de la libertad religiosa.
Los padres fundadores creían firmemente que garantizar la libertad es la diferencia entre un gobierno justo y una tiranía. Pero para mantener esa libertad es necesario un pueblo virtuoso. La izquierda lo sabe muy bien, por eso su cruel ataque contra los principios éticos del cristianismo.
Parecería que la izquierda va ganando. Cuando uno mira las universidades, escuelas y los estratos judiciales tiene la impresión que los Estados Unidos se están desquebrajando. Que nos encontramos en una sociedad desnuda de toda virtud, por lo tanto, expuestos a la desnudes de la tiranía.
Afortunadamente, están surgiendo grupos dispuestos a dar la batalla en el frente cultural. Al igual que los sastres, estos valientes hombres están haciendo todo lo posible por volver a unir ese viejo traje llamado “espíritu estadounidense”, el último bastión de occidente. Los hombres y mujeres que luchan por hacer grande a América de nuevo, entienden muy bien que la mejor forma de mantener una nación es fortaleciendo sus principios éticos, que son la base de gobiernos justos y economías prósperas. Que el supremo creador bendiga a todos estos valientes.
//*HUGO BALDERRAMA ES ECONOMISTA MASTER EN ADMINISTRACIÓN DE EMPRESAS Y PHD. EN ECONOMÍA//
Fuente: VISOR BOLIVIA