La familia, la mayor enemiga para el socialismo
Pienso no equivocarme al afirmar que la familia es la institución que más odian los socialistas. Desde Engels en su obra “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”, donde se equipara al hombre con el burgués y a la mujer con el proletario, hasta Simone de Beauvior, compañera sentimental de Sartre, en su libro “El segundo sexo” los socialistas declaran que su objetivo final es la desaparición de la familia y el matrimonio.
El gran éxito del socialismo es que ha penetrado en todos los espacios de la sociedad, eso que don Federico Trujillo llama “Revolución Silenciosa”. Hoy, la gran mayoría de personas, aun sin saberlo, repiten los dogmas marxistas de la distribución de la riqueza, la explotación de los pobres y las desventajas del libre cambio. Ni siquiera los defensores del libre mercado quedan exentos de los sofismas marxistas, por ejemplo, Gloria Álvarez, José Luis Espert o Iván Carriño hacen una extraña mezcla entre posiciones libertarias en economía, pero progresistas en cultura.
¿Qué podemos hacer? Contraatacar para recuperar nuestros espacios culturales (escuelas, universidades, arte y medios de comunicación).
Primero, difundir los sofismas económicos del socialismo, usando un lenguaje sencillo para mostrar que los controles de precios, las regulaciones al mercado laboral, los aranceles de importación y los impuestos elevados son contrarios a los intereses de las familias y conducen a la esclavitud. El socialismo clama por una “redistribución de la riqueza”, tomando de los “ricos” para darle a los pobres. Impone impuestos que castigan a aquellos que han sido capaces de aprovechar mejor su talento productivo y capacidad de trabajo o de ahorro. Utiliza los impuestos para promover el igualitarismo económico y social, un objetivo que podrá lograrse plenamente, de acuerdo con el Manifiesto Comunista, con la “abolición de la propiedad privada”.
Segundo, defender la soberanía familiar en educación, salud y credo religioso. El socialismo da al Estado, y no a los padres, el control de la educación de los niños. Casi desde el nacimiento, los niños han de ser entregados a las instituciones públicas, donde se les enseñará lo que el Estado quiere, independientemente de las opiniones de los padres. El sistema educativo estatal es la gran fábrica del “hombre nuevo” socialista.
Tercero, seguir el ejemplo de Jair Bolsonaro, estableciendo una fuerza política de derecha que haga el “fusionismo” entre las personas conservadoras (mayoría silenciosa en América Latina) y los principios pro libre mercado. Contrariamente al “vox populi”, se puede ser liberal en economía y conservador en cultura. Las sociedades conservadoras se sostienen en instituciones culturales fuertes, para tener instituciones fuertes se necesita riqueza y para crear riqueza se necesita libre mercado.
¿Por qué debemos defender la familia? Porque la familia provee a las personas los instrumentos necesarios para la vida en sociedad. Saca a un individuo de su familia y lo dejaras a merced del Estado, y eso es tiranía por donde quiera que se mire.
Fuente: www.visorbolivia.com