El socialismo lo volvió a hacer
En octubre de 2019, los argentinos, bajo la oferta del retorno de los asados, eligieron al socialista Alberto Fernández. Ahora bien, aunque las promesas de asados gratis puedan sonar bonitas, no dejan de ser mentiras para cautivar idiotas (que ciegos a la evidencia venezolana o cubana, continúan eligiendo tiranos). Nada nuevo, pues los socialistas miran a la economía como una torta que debe ser redistribuida. De ahí, que su promesas sean reducir las desigualdades y achicar la grieta entre ricos y pobres.
Pero esa errónea concepción de economía trae consigo varias consecuencias: a) se eleva la presión tributaria, b) el déficit fiscal se hace insostenible y c) se destruye la capacidad creadora de los empresarios.
La Argentina devorada, escrito por el economista José Luis Espert, muestra que la nación gaucha tiene una gran cantidad de «conquistas» sociales. Pero, al mismo tiempo, los empresarios deben pagar 42 impuestos nacionales, 41 tributos provinciales y 83 tasas municipales. Modelo económico que convierte a la nación rioplatense en uno de los peores infernos fiscales del mundo.
Por otro lado, es verdad que Argentina existe una grieta. Pero no es entre ricos y pobres, como afirman Alberto Fernández y sus ministros, sino entre unos pocos que laburan duro y muchos que esperan vivir del trabajo ajeno. Por ejemplo, solamente en la provincia Buenos Aires la relación entre dependientes de algún subsidio y los tributantes es de 3 a 1 (en algunas provincias del interior la situación suele ser peor). Obviamente, un Estado con tantas obligaciones es financieramente inviable, aunque cobre demasiados impuestos, y es lógico que se encuentre en crisis, como lo muestran los datos fiscales entre el 2008 y el 2018.
Año | Déficit en millones de dólares | Déficit en Porcentaje del PIB |
2018 | -22.972 | -5,49% |
2017 | -38.162 | -6,70% |
2016 | -33.482 | -6,66% |
2015 | -34.743 | -6,00% |
2014 | -18.036 | -4,25% |
2013 | -14.981 | -3,25% |
2012 | -13.608 | -3,02% |
2011 | -10.410 | -2,75% |
2010 | -4.461 | -1,39% |
Fuente: Consultora Datos Macros
Era más que evidente que Argentina entraría en crisis, pero la pandemia del COVID-19 le sirvió de chivo expiatorio a Fernández. Además, de permitirle el acceso a nuevos créditos internacionales, verbigracia, 35 millones de dólares del Banco Mundial.
Adicionalmente, a partir de marzo 2020, el aislamiento generó una rápida caída de la actividad económica que tuvo dos efectos clave sobre las finanzas públicas. En primer lugar, la necesidad de aumentar el gasto social y el gasto en salud para sostener a una gran porción de la población sin ingresos propios. Y, en segundo lugar, una gran merma en la recaudación -atada al nivel de actividad y dependiente del cobro de impuestos al consumo-. Situación que dejó al gobierno argentino una sola vía para sostener su gasto e intentar cubrir el déficit: imprimir dinero -en lo que va del año, el Banco Central emitió más de 1 billón de pesos para financiar al sector público-.
Si con la economía activa emitir billetes es malo, hacerlo bajo las actuales circunstancias (demanda de dinero en caída, contracción de oferta, Ley de Abastecimiento, caídas pronunciadas de la producción y del empleo) no sólo lleva al país al borde de una hiperinflación, sino a una situación social desastrosa.
Finalmente, como no existe sustituto para una sociedad con gobiernos limitados, mercados libres y respeto a la propiedad privada, los empresarios -quienes son los que construyen el mañana- buscaran mejores lugares para sus inversiones. Por ejemplo, desde que el presidente uruguayo, Luis Lacalle Pou, anunciara que su país tiene una vocación para recibir migraciones y descartara subir impuestos (además, el gobierno de Uruguay no cayó en el falso dilema de cuidar la salud por sobre la economía, y permitió que los sectores productivos continuaran operando) miles de empresarios argentinos cruzaron a la otra orilla del Rio de La Plata.
Como vemos, el país que en su momento fue el sueño americano -especialmente, para miles de italianos, ingleses, portugueses y españoles-, se convirtió en una pesadilla donde nadie quiere quedarse. Si señores, el socialismo lo volvió a hacer.