Debates presidenciales: entre románticos, desesperados y mentirosos
Según las últimas encuestas publicadas por varios medios de comunicación, el Movimiento al Socialismo (partido de Evo Morales) quedaría en primer lugar, Comunidad Ciudadana (fuerza política de Carlos Mesa) en segundo lugar y Creemos (la agrupación que lidera Luis Fernando Camacho) en tercero. Con esos datos, era más que evidente que muchos ciudadanos -que podríamos agruparlos bajo el mote de antimasistas- se sentirían amenazados por un eventual retorno de Morales al poder, y buscarían cualquier mecanismo para zafar de esa situación, el voto «útil» por ejemplo.
Si bien las estadísticas resultan importantes para conocer la opinión de la gente acerca de un político, no tienen la capacidad de calificar si los deseos de la opinión pública son los correctos. Eso es tarea de la ciencia política, por eso todos los planes de gobierno y candidatos deben ser evaluados en por los menos tres aspectos: a) histórico, b) doctrinal y c) discursivo.
El análisis histórico nos muestra que Carlos Mesa y Luis Arze Catacora son viejos dinosaurios que llevan más de tres décadas operando en el aparato político nacional. Por ende, no les interesa otra cosa que no sea el poder. Adicionalmente, cuando Mesa fue presidente, producto de la traición a Gonzalo Sánchez de Lozada, tuvo entre sus aliados a hombres fuertes del Movimiento al Socialismo, entre ellos a Donato Ayma (1941 – 2016) -tío y maestro de Evo Morales-, quien ocupó el cargo de ministro de educación, y a Justo Seoane Parapaino, que fue ministro de asuntos indígenas.
Además, la historia reciente de Mesa nos sigue mostrando a un político camaleónico que siempre juega a favor de los intereses de Cuba y Venezuela. Por ejemplo, fue quien, junto con otros expresidentes alineados a La Habana, intentaron postergar la elección de Mauricio Claver Carone (ex asesor de Trump) como presidente del Banco Interamericano de Desarrollo.
Doctrinalmente, los planes económicos del Movimiento al Socialismo y de Comunidad Ciudadana parece una copia fiel (al extremo que no se puede reconocer el original). En ambos documentos uno encuentra frases como: «El Estado manejando el sector estratégico», «La alianza entre el sector público y privado» y «crecimiento equitativo de las regiones». En resumen, los dos nos siguen proponiendo un Estado enorme, irresponsable, controlador y deficitario.
En lo social ambas fuerzas políticas usan toda la artillería de la New left, verbigracia, equidad de género, igual de oportunidades, brecha salarial y empoderamiento femenino. Y no me mal interprete, no estoy en contra de las mujeres. Mi problema es con la agenda progresista que es contraria a la familia, a la propiedad privada y a la vida, y para eso instrumentaliza a la mujer (como en su momento instrumentalizó a los obreros).
Y ahí bien el tercer elemento del análisis: el factor discursivo.
El Movimiento Al Socialismo usa un discurso muy nostálgico por Cuba y su revolución, por la desaparecida Unión Soviética y por viejas figuras míticas del comunismo, por ejemplo, Ernesto Che Guevara.
En cambio, Comunidad Ciudadana tiene un discurso ligado a la agenda LGTBI (que no tiene que ver con homosexuales, sino con grupos políticos reciclados por la izquierda), al feminismo de tercera ola y al ambientalismo (que no es una sana preocupación por la naturaleza, sino un pretexto para incrementar el control del Estado sobre los recursos naturales). En resumen, el partido de Carlos Mesa es el socialismo rosa que tanto le gusta a la clase media confundida.
Por ende, los «debates» presidenciales son un intercambio de insultos entre mentirosos, románticos y desesperados.
Entonces, ¿no hay salida?
Si. Pero no en el corto plazo.
Primero debemos comprender que el funcionamiento de una sociedad ordenada y exitosa descansa sobre los hombros de tres pilares: la familia, la propiedad y la herencia.
Por eso, las familias deben luchar por la separación del Estado de la educación y la salud. Los pequeños empresarios, especialmente los que se mueven en la informalidad, deben batallar por menos impuestos y regulaciones. Las familias con grandes patrimonios deben comprender que negociar con el Estado siempre termina mal -es como enamorarse de una meretriz-. Finalmente, apoyar a la construcción de partidos que busquen la reducción de los impuestos, la defensa de las libertades y encajar al Estado en sus límites naturales (la seguridad, la justicia y la construcción de obras civiles).