Evo Morales hace evidente lo que ya sabíamos
El 22 de junio del presente año, el periodista Virginio Lema hizo público un video de Evo Morales, donde el expresidente analiza varios acontecimientos de la gestión 2020.
Entre los puntos centrales podemos citar tres: Uno, Morales buscada volver al poder a cualquier costo, entre ellos, sacrificar la vida de bolivianos enfermos de COVID. Dos, el despreció del exmandatario por los habitantes de la ciudad de El Alto. Y tres, que el masismo sólo actúa en la línea que le baja el caudillo, nada de «justicia para el pueblo» u otras mentiras románticas.
Pero -para los que entendemos la naturaleza criminal de la izquierda- ese accionar no es nada nuevo. Puesto que a lo largo de la historia los socialistas han mutado desde la lucha de clases, hasta la guerra de los sexos. Además, de haber asesinado sin piedad alguna a sus propios correligionarios.
Sin embargo, hay otro elemento en el video de Morales que muy pocos analistas se han atrevido a señalar: la pésima calidad de la oposición boliviana.
Tanto así, que personajes como Carlos Mesa o Tuto Quiroga llevan más de tres décadas intentando conseguir el poder y, producto de su nulo entendimiento de la realidad boliviana, avalando todos los abusos masistas. Así es, tener una pésima oposición es peor que tener un mal gobierno.
Empero, y como promotor del emprendimiento, creo que la presente crisis política debe ser la oportunidad para conformar una nueva fuerza política que reúna a tres sectores: el empresariado informal, el profesional de clase media y el campesino. Veamos
El 11 de mayo del presente año, el Banco Mundial presentó un documento titulado: La larga sombra de la informalidad, desafíos y políticas. En él se concluye que la informalidad representa un 70% del empleo de los países emergentes. Tristemente, el informe no analiza las causas de los altos ratios de informalidad, por ejemplo, la dura represión económica y la pesada regulación.
Pero contrario al espíritu del documento -que ve en ese alto porcentaje un problema para recaudar impuestos- la informalidad permite que muchas familias puedan acceder a productos y servicios a precios competitivos.
Los empresarios informales sirven al público a espaldas de los políticos. Por ende, no se debe combatir la informalidad, sino rebajar impuestos y reducir las cargar burocráticas para la apertura de empresas.
Por su parte, la clase media, cuya gran mayoría cuenta con títulos universitarios, se encuentra atrapa en un dilema: ser desempleado o ser burócrata. Por eso, las reformas económicas a favor del libre comercio también los beneficiarían a ellos. Pues existirían más puestos de trabajo en el sector privado, y muchos otros podrán desarrollar sus emprendimientos con mayores facilidades.
Finalmente, la reforma agraria del 52, al parcelar la tierra cultivable, ha hecho de la agricultura una actividad de baja rentabilidad, casi antieconómica, que subsiste con el sacrificio de los agricultores, criadores y ganaderos. En esas condiciones es lógico que los jóvenes migren del campo a las ciudades, muchos buscando incorporarse a la improductiva burocracia estatal.
Nota aparte, el año 1985, cuando el gobierno de Bolivia promulgo el decreto 21060, se mantuvo intacta la redistribución de tierras del año 1952, y ese es un de los grandes errores del presidente Víctor Paz Estenssoro.
¿Y los grandes empresarios no jugarían un rol importante?
Lo siento, pero no. Ya que los grandes grupos empresariales bolivianos tienen la mala costumbre de pactar con el gobierno para acceder a mercados cautivos, conseguir subsidios, o para que el Estado se deshaga de la competencia, la guerra contra la cerveza extranjera es buen ejemplo. Como dijo en varias oportunidades mi maestro Alberto Benegas Lynch: «Las grandes corporaciones latinoamericanas no están interesadas en el libre mercado, puesto que se verían obligadas a competir»
Como vemos, los problemas de Bolivia sobrepasan por mucho la peleas entre masistas y pititas, sino que tienen raíces profundas que atentan contra la propiedad privada, el emprendimiento y la sana convivencia.
Por eso la necesidad de un nuevo proyecto político que una lo popular con lo capitalista. Esa es la única ruta de salida. De lo contrario nos vamos a seguir entreteniendo con el próximo espectáculo que protagonice Evo Morales o con la siguiente ronda de puñetes en la asamblea.