Bolivia: entre espejismos y falsas banderas
Hay una característica común a todos los regímenes totalitarios: la mentira.
Puesto que lavar, o en su caso ensuciar, la mente de sus súbditos es uno de los mecanismos que los sostienen en el poder. Para eso, necesitan negar los datos, por más que estén bien fundamentados, y reemplazarlos por los relatos prefabricados. Y es que a los dictadores no les importan los hechos, sino difundir sus propias mentiras.
El gobierno boliviano es un «buen» ejemplo de esa metodología. De ahí que no repare en negar de manera cínica cuanto dato se les presente, o incluso en atribuirse como propios éxitos ajenos.
Por ejemplo, Marcelo Montenegro, ministro de Economía y Finanzas Públicas, papelito en mano, durante el programa televisivo del canal estatal, indicó: «no es una casualidad el crecimiento económico del departamento de Santa Cruz de la Sierra, sino producto del Modelo Económico Productivo Social Comunitario que durante 14 años se implementó y sigue vigente».
Las declaraciones de Montenegro, aparte de mentirosas, resultan cómicas. Ya que las realizó la misma semana que el presidente Arce Catacora fue a implorar que no le cobren las deudas que él mismo adquirió, y en que Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos ―ante el posible incumplimiento de las obligaciones de Bolivia con Argentina y Brasil― pidió a las empresas eléctricas reducir su consumo de gas natural
Al respecto, Armin Dorgathen, vicepresidente de fiscalización de contratos de la estatal petrolera, dijo: «se trata de una estrategia de optimización en busca de nuevos mercados». Sin embargo, varios expertos independientes, entre ellos, Carlos Miranda Pacheco, advierten que se viene un serio problema en el sector, por ende, en las finanzas públicas.
Empero las cosas no terminan ahí. Pues en su último informe, publicado el 30 de septiembre del 2021, la firma calificadora Moody’s redujo la calificación de Bolivia de estable a negativo. Eso se debe a la reducción de los ingresos del país, erosión fiscal, menor ingreso de divisas por la venta de hidrocarburos y a la incertidumbre política.
Asimismo, la calificadora sostiene que los riesgos de liquidez del Gobierno de Bolivia están en aumento debido a los grandes y recurrentes déficits fiscales, disminución del ahorro fiscal y los vencimientos de bonos internacionales que se avecinan.
Evidentemente, el «milagro» económico y el «blindaje» de la economía boliviana no eran más que un par de espejismos ―por los cuales, más temprano que tarde, pagaremos costos elevadísimos―.
Por eso, no resultaría extraño que el gobierno pretenda ocultar los problemas económicos detrás de cortinas de humo. Para, de esa manera, distraer la atención del público.
De hecho, en este momento, el país vive en escenarios de conflictos como la guerra de la coca entre los productores de los Yungas y el Chapare, la marcha de los indígenas de tierras bajas, la aprobación de la ley de ganancias ilícitas. la persecución judicial a la oposición, la cuarta ola del COVID, o la «batalla» por las banderas.
Por su parte, la oposición, carente de todo norte político, se limita a pedir informes, a hacer llamados para evitar la polarización, y a rogar por reconciliación. Si Henry Louis Mencken solía decir: «Todo hombre decente se avergüenza del gobierno bajo el que vive», yo añadiría que también nos deberíamos avergonzar de las malas oposiciones.
Con todo, yo todavía guardo esperanza en la gente de mi país que ―a pesar de sentirse traicionada por los políticos― todavía está dispuesta a luchar por su libertad. Porque muchos hemos entendido que todo lo que acontece en la política nos afecta. Y es nuestro deber involucrarnos, no sólo por nosotros, sino por aquellos que nos siguen ¡Nadie se rinde! ¡Nadie se cansa!