Bolivia: las cuentas no cuadran con los cuentos
La crisis de Bolivia es el claro ejemplo de la rana que es cocinada a fuego lento. Es decir, nadie, con salvadas excepciones, se dio cuenta de lo que se venía. Por ejemplo, el año 2014, producto de los buenos precios internacionales de las materias primas, nuestras Reservas Internacionales Netas llegaron a situarse en $us 15 mil millones, pero para enero 2023 teníamos tan sólo, $us 4 mil millones (de las cuales solo $us 620 millones son divisas).
De igual manera, el gobierno se dedicó a acumular déficits fiscales. De hecho, ya llevamos una década de estos a un ritmo de 8% del PIB. Nuestra deuda se multiplicó 14 veces desde el 2007, cuando llegaba a algo más de $us 2 mil millones (17% del PIB), hasta llegar a más de $us 32 mil millones hoy (más del 80% del PIB). Pero acá viene un agravante, mucha de la nueva deuda, 19%, aproximadamente, es con China, y bajo condiciones nada favorables para el país.
Entonces debe quedar claro una cosa: el quilombo no empezó la semana pasada, cuando se decretaron tipos de cambio paralelos, ni mucho menos con la crisis energética en el departamento de Santa Cruz, esas son consecuencias trágicas de dos décadas de saqueo socialista, del que son cómplices personajes como Carlos Mesa, Samuel Doria Medina y Jorge Quiroga.
La realidad se hizo tan evidente que Marcelo Montenegro, ministro de economía, semanas atrás, admitió que el «mar de gas» del que presumía Evo Morales era, a lo mucho, una fantasía.
Ahora, como una muestra de su desesperación, Arce Catacora ha implementado cuatro medidas para tratar de incrementar las reservas del BCB: 1)La compraventa de las reservas de oro físico para liquidarlas y obtener dólares, 2) ofrecer a los empresarios exportadores ―que en la época de las protestas por el CENSO fueron tratados como enemigos― comprarles sus billetes verdes a «un tipo de cambio competitivo superior al promedio», 0,09 centavos más que el cambio oficial, 3) el Bono Remesa que intenta captar los dólares que envían las familias que viven afuera ofreciendo una tasa de interés de 1,25% a pagarse en bolivianos, 4) la repatriación de divisas que las empresas públicas mantienen en cuentas extranjeras.
Al respecto, Antonio Saravia, economista boliviano radicado en Estados Unidos, en su artículo titulado: Con la soga al cuello, afirma lo siguiente:
Las recientes medidas del gobierno no solucionaran nada porque no atacan el meollo del asunto: el enorme gasto fiscal. El gobierno tiene que afrontar nomás el chaqui y ajustarse los cinturones. Eso implica principalmente eliminar, o al menos reducir significativamente, el subsidio a los hidrocarburos, desmantelar las empresas públicas deficitarias (o privatizarlas) y reducir el tamaño del gobierno (el MAS gasta $19 millones diarios solo en sueldos y salarios). Pero, claro, nada de eso está en los planes de Arce y los muchachos del gobierno.
Aparte de ser medidas poco efectivas para conseguir dólares, están dando pésimas señales a la población. Pues ya la ciudadanía se dio cuenta que la dictadura tiene una necesidad urgente de dólares, y empezó a hacer lo obvio: poner sus divisas lejos de las garras del gobierno. Pero todo esto viene con un agravante, la pérdida de confianza en el sistema financiero boliviano. De darse esto último, honestamente, espero que no suceda, se terminaría de derrumbar el castillo de naipes boliviano.
Todas las tiranías del mundo se caracterizan por una cosa: Mentir descaradamente sobre sus propios problemas. Justamente, eso es lo que los bolivianos estamos viviendo las últimas dos décadas. Pues mientras Evo Morales, Arce Catacora y otros rufianes del gobierno destruían la economía y la institucionalidad democrática, su equipo de comunicación le vendía al mundo la idea del «milagro económico boliviano».
¡Estamos con la soga al cuello!