Ser cristiano, un verdadero símbolo de valor y esperanza
Se dieron cuenta que las marchas feministas y las concentraciones de los militantes LGTB siempre terminan incendiando una iglesia o, al menos, burlándose de la simbología cristiana. Sin embargo, esos mismos grupos suelen declararse pro musulmanes y tomar partida por Hezbolá. Es decir, que se ponen del lado de quienes someten a la mujer a los peores vejámenes y penalizan hasta con la pena de muerte la sodomía.
En países como mi natal Bolivia, donde la izquierda no usó al homosexual como fetiche revolucionario, esa misma estrategia la aplican los militantes del indigenismo más radical. Personajes como Álvaro García Linera, Evo Morales o David Choquehuanca, inspirados en Fausto Reynaga, tergiversan la historia de la conquista española, pues la muestran como una acción genocida inspirada y guiada por la iglesia católica.
No cabe duda de que durante la Conquista se cometieron crímenes abominables. Tampoco podemos negar que muchos abusaron cruelmente de los indígenas y de sus propios conciudadanos para enriquecerse. Negarlo sería incurrir en el extremo contrario de la Leyenda negra, es decir, la Leyenda dorada. No obstante, se trataron de crímenes individuales y no de una política de Estado.
De hecho, las órdenes de Isabel la Católica fueron la de respetar los derechos de los pueblos de América, especialmente, para protegerlos de los intereses imperiales de los ingleses. Asimismo, la corona de España nunca tuvo una política de segregación. Al contrario, se promovió los matrimonios entre americanos y peninsulares. Esas mezclas de genes indoamericanos, europeos, negros y hasta árabes quedan reflejadas hasta el día de hoy en la belleza de la mujer latinoamericana.
Entonces, ¿por qué la izquierda intenta borrar de la historia de los pueblos los aportes del cristianismo, en especial, de la tradición católica, a la construcción de su identidad?
Primero, porque pretenden reconstruir la historia para poner a matones como Evo Morales o Hugo Chávez como salvadores de unos pueblos oprimidos, algo que ya se hizo en la URSS, China, Camboya y Cuba. En todos esos países se tergiversó la visión mesiánica de los evangelios, ya que se pretendió reemplazar la figura de Jesús por la del caudillo, ¿o no recuerdan como el cocalero equiparó su nacimiento con la navidad?
Segundo, para promover la lucha de clases marxista que, según el Socialismo del Siglo XXI, comienza en América con el enfrentamiento entre indios oprimidos y conquistadores opresores.
Tercero, para justificar la creación de movimientos indígenas que sirvan a sus fines delictivos, ya que todo se trata de manipular el discurso indigenista para justificar todo tipo de crímenes, que van desde el avasallamiento de tierras hasta el narcotráfico y el terrorismo, como se vio con las pandillas dirigidas por Evo Morales y Felipe Quispe.
Y cuarto, para emular lo que hizo Mao en China, una Revolución Cultural que busca borrar todas nuestras conexiones con la filosofía, el derecho y la ciencia de Occidente. Se trata de reemplazar el conocimiento con el adoctrinamiento, puesto que es más fácil manipular una mente vacía y un alma llena de resentimientos.
Por eso, es necesario recordarles a nuestros hijos que somos herederos de Isabel la Católica y Carlos V, en cuyo reino jamás se puso el sol. Que nuestro idioma es el mismo en el que se escribieron joyas literarias de la humanidad, por ejemplo, El Quijote. Que nuestra riqueza gastronómica tiene una gran deuda con España, puesto que de ahí llegaron las vacas, los cerdos, las gallinas y los corderos. Que nuestra cultura se sostiene sobre los valores católicos de la solidaridad, el respeto a los padres y el amor al prójimo. Que nuestros antepasados aceptaron a Cristo no por imposición, sino porque vieron en los sacerdotes amor, sabiduría y comprensión. Finalmente, que, en un mundo en llamas por culpa de la mentira, ser cristiano es pararse frente al mundo sosteniendo la verdad; eso es un verdadero acto de esperanza.