El wokismo, ese idiota útil del radicalismo islámico
En los últimos cinco años, hemos sido testigos de la aparición del wokismo. El término es nuevo; sin embargo, sirve para aglutinar a un grupo de militancias que buscan luchar contra todo tipo de «opresiones». Lo que antes era obrero versus capitalistas, ahora se multiplicó en heteronormatividad (donde los heterosexuales somos los malos), cisgenerismo (una batalla por reivindicar a los transexuales), micromachismo (la idea que los hombres dañamos a las mujeres hasta con mirarlas), antipunitivismo (una locura que pone al criminal en calidad de víctima) y la ciudadanía mundial (el abrir las fronteras nacionales sin ningún tipo de control). El desquicio es tan grande que los militantes woke han llegado a acusar de opresores a los entrenadores de gimnasios, su acto «opresivo» fue promover un estilo de vida saludable.
El wokismo se configura cual religión política, pues sus militantes dicen que están en un nivel «superior» de conciencia, ellos están «despiertos», el resto continuamos dormidos. Además, tiene sus propios actos litúrgicos, por ejemplo, las marchas LGTB e indigenistas, y de contrición, como que los blancos pidan perdón de rodillas por actos que realizaron sus tatarabuelos. Empero, a diferencia del cristianismo, el wokismo no perdona, el opresor siempre será opresor. De ahí, que el militante woke exija de manera constante que los opresores pierdan todos sus derechos.
No obstante, uno de los puntos más contradictorios de los militantes woke es atacar furibundamente al cristianismo, pero ser bastante receptivos con el islam, religión a la que ponen en calidad de víctima del occidentalismo. Irónicamente, el radicalismo islámico detesta muchas de las causas que el wokismo reivindica, veamos algunas:
Respecto a la homosexualidad, no sólo la consideran una ofensa a Alá y un acto contra la naturaleza, sino que, además, la penan con la muerte. La sentencia, por lo general, se aplica de una manera brutal: por lapidación. Esa es la ley contra los homosexuales en la mayoría de los países regidos por el islam. O en aquellos donde milicias fundamentalistas controlan gran parte de su territorio, como es el caso de Nigeria o Siria e Irak, donde el Estado Islámico mantiene ciudades bajo su dominio.
Después del estallido de la guerra entre Hamás e Israel (octubre 2023), los woke llenaron sus redes con la bandera de palestina y hasta con la simbología de la agrupación terrorista Hamás. Lo irónico fue ver a un grupo de mujeres con el letrero: Feministas por Hamás. Una total contradicción, pues el radicalismo islámico no es precisamente respetuoso del sexo femenino. Pero mejor veamos algunos artículos de la Carta Fundacional de Hamás:
Artículo 17: Explica el papel de la mujer en la sociedad islámica como «hacedora de hombres». Condena a organizaciones occidentales como los masones, los clubes rotarios y los servicios secretos como «saboteadores» porque promueven ideas subversivas contra las mujeres.
Artículo 18: Define el papel de las mujeres como amas de casa y educadoras y proporciona a los hombres educación y liderazgo moral.
Acá me surgen algunas dudas, ¿cómo le explicamos a los woke que para los musulmanes más observantes las mujeres cuentan menos que los camellos? ¿Cómo se les hace entender el veto a las bebidas alcohólicas y la pena de muerte, sí de muerte, para quien las consume? ¿Cómo le decimos a las feministas que la promiscuidad femenina es castigada con la lapidación? ¿Cómo le hacemos comprender, en especial a esos que defecan en catedrales católicas, que la Shaira castiga la blasfemia contra los lugares sagrados del islam?
Rob Henderson, psicólogo social, explica que el wokismo y el progresismo, su primo hermano, son posturas ideológicas de lujo, puesto que son los símbolos de pertenecer a una clase acomodada, o mejor dicho a una secta muy exitosa en los campus académicos, pero fracasada en la vida real. Sucede que, ante la revolución de la tecnología, los objetos materiales son cada vez más accesibles a todos los bolsillos, ergo, quienes quieren distinguirse del resto, ya no lo hacen comprándose un teléfono caro, sino declarándose progresistas. De ahí que la mayoría de los militantes de las nuevas izquierdas provengan de familias adineradas y de las aulas universitarias.
Por el venir de familias acomodadas los woke casi nunca se hacen cargo de las consecuencias de sus ideas. Una policía sin presupuesto no los afecta, ya que viven en vecindarios caros y con seguridad privada. La migración descontrolada no los molesta, puesto que los migrantes ilegales no se asientan en sus residencias, sino en los barrios más populares. Las regulaciones medioambientales encarecen los servicios de transporte público que, eureka, ellos jamás utilizan. Y mientras festejan que los hombres sean forzados a deconstruirse por ser unos machos tóxicos, los musulmanes están colonizando Occidente. En conclusión, el wokismo es el idiota útil del radicalismo islámico.