La plutocracia globalista y el radicalismo islámico, ¿dónde se unen?
El globalismo se constituye en, por el momento, la mayor amenaza totalitaria, pues ya penetró agendas políticas y educativas. Semejante nivel de intromisión requiere dinero; cosa que les sobra a personajes como Bill Gates, George Soros o la familia Ford. Además de los ya citados, fondos de inversión como BlackRock y Vanguard se han sumado a la agenda globalista. En concreto, BlackRock tiene un capital de 10,5 billones de dólares. Estamos hablando de una cantidad que supera en 2,5 veces el PIB de Alemania y en casi 40 veces el de Bolivia.
Todos los agentes globalistas dicen buscar un «mundo mejor»; uno hecho a su imagen y semejanza. Los tópicos que suelen recibir mayores dosis de financiamiento son los que componen el wokismo: antinatalidad, ideología de género, ambientalismo, feminismo, antipunitivismo y migración.
Por ejemplo, la Open Society Foundation, creada por George Soros y hoy gestionada por su hijo Alexander, financió con cerca de 10 millones de dólares al Council on American–Islamic Relations (CAIR), y la European Network Against Racism (ENAR), que, según informes de autoridades locales, funcionarían como recaudadoras de fondos para la Hermandad Musulmana en sus respectivas regiones. En Europa, las dádivas de la familia Soros llenaban los bolsillos de la FEMYSO (Forum of European Muslim Youth and Student Organisations) y el Colectivo contra la Islamofobia en Francia (CCIF).
En Estados Unidos, George Soros ha financiado con 2,5 millones de dólares la candidatura de Zohran Mamdani, musulmán y socialista, a la alcaldía de New York. Al respecto, Carlos Rioba, en su artículo: Soros y los imanes islamistas impulsan la candidatura de Mamdani en Nueva York, afirma:
Una investigación de Fox News Digital ha destapado el entramado político, financiero e ideológico que respalda el ascenso del socialista Zohran Mamdani, candidato demócrata a la alcaldía de Nueva York. Detrás de su carrera —presentada como «un fenómeno de base progresista»— se encuentra una maquinaria perfectamente organizada por grupos islamistas y organizaciones financiadas por George Soros, que han canalizado más de 2,5 millones de dólares hacia entidades que lo impulsan. La red que respalda a Mamdani combina activismo socialista, estructuras islámicas y organizaciones políticas demócratas, formando una alianza que —según la investigación— busca «normalizar la influencia islamista dentro del progresismo estadounidense». El propio Mamdani mantiene vínculos con imanes radicales como Siraj Wahhaj y Talib Abdur-Rashid, conocidos por sus discursos a favor de la sharía y su defensa de figuras relacionadas con el terrorismo islamista.
Para la candidata republicana, Dalia Al-Aqidi, el crecimiento de Mamdani no es un fenómeno espontáneo, sino que se trata de una alianza entre el radicalismo islámico, grandes fuentes de financiamiento y grupos de izquierda. Su advertencia es clara:
Mamdani es el rostro amable de una maquinaria radical que está utilizando la política estadounidense como herramienta de poder religioso e ideológico. Su éxito no sería una casualidad, sino el triunfo de una ingeniería política al servicio del islamismo y la extrema izquierda.
No es de extrañar que en New York sea una especie de laboratorio del joint venture del radicalismo islámico y el crimen organizado. Pero no se detiene ahí. De hecho, Mamdani tiene contactos con Democratic Socialists of America y de los comités musulmanes demócratas, organizaciones que tienen presencia en Virginia, Texas y Minnesota.
Acá es válida una pregunta: ¿qué tienen en común los radicales musulmanes con los militantes del wokismo, que en su mayoría son ateos?
Nada, pero se necesitan. Los musulmanes no ven a los woke como aliados, sino como tontos útiles, tontos que de no aceptar el islam serán lapidados.
A modo de cierre, los plutócratas globalistas, mediante la narrativa de promover los derechos humanos y acabar con la islamofobia, buscan, en realidad, una reconstrucción de las naciones. No se trata de filantropía, sino de un mega proyecto de ingeniería social. Un proyecto que busca terminar con nuestra cultura, enterrar nuestra libertad, reducir nuestra natalidad y dominarnos como animales en una granja, una granja global.