El Olimpismo, La Nueva Religión
OPINIÓN | 14 Oct 2017
HUGO BALDERRAMA / 14 OCTURBE.- El hombre por naturaleza es un ser religioso. La elección entre tener o no tener religión, es una falsa dicotomía. El Politólogo Erick Voegelin se propuso mostrar las bases religiosas de proyectos políticos como el nazismo y el socialismo. En ambos casos, la oferta es un paraíso terrenal a cargo del estado y sus líderes (que como sabemos: siempre terminan en miseria y hambre).
Los socialistas tienen una esperanza ciega en su proyecto. Cuba, Venezuela y la URSS son solo profecías falladas, que jamás hacen retroceder su fe. De hecho, una versión alternativa al socialismo había estado madurando largamente. Es una visión del bienestar humano a escala mundial, uniendo a todos los pueblos del mundo en una sola comunidad, que sabiamente el profesor Keneth Minogue bautizo como “Olimpismo”.
El olimpismo es el sistema de creencias de los socialistas de hoy, pero tiene todos los rasgos de una religión. Fusión de convicción política y superioridad moral. Su dios es la humanidad multicultural. Y como muchas religiones, busca prosélitos; su actividad misionera es esencialmente educativa, para lo cual, usa las escuelas, universidades y medios de comunicación.
Como toda religión, el olimpismo, tiene implicaciones que afectan al orden social:
1.- La unidad o célula política básica ya no es el ciudadano, sino el grupo de adscripción racial, étnico o de género, con una marcada dicotomía entre grupos “opresores” vs grupos de “victimas”.
2.- El proporcional grupal es la pauta y meta de la “justicia”. Los grupos de victimas (mujeres, homosexuales, animales, etc.) deben estar representados en todas partes, más o menos proporcionalmente al porcentaje correspondiente en la población general. Si no, hay un problema de “discriminación” y “opresión” cultural.
3.- Cambiar la naturaleza de las instituciones como el matrimonio y la familia, para reflejar ya no la cultural “opresora” y “patriarcal”, sino los distintos “colores del mundo”.
4.- El relativismo cultural: no se pueden juzgar las culturas, todas son igual de buenas y nobles. Los países más desarrollados están obligados a renunciar a su cultura, y deben ver el mundo en todas sus “diversidades”. Deben dejar el nacionalismo arcaico, y aceptar la hermosa “multiculturalidad”.
5.- La democracia representativa es obsoleta, y debe dar paso a la democracia de los “pueblos”. Todos los grupos de una nación, deben gozar de los beneficios del “Estado del Bienestar” (capitalismo ni se te ocurra).
6.- Reescribir la historia para mostrar a occidente como una sociedad criminal, y causante de todas las desgracias mundiales: desde la explotación de los indios en la colonia hasta el cambio climático. Por lógica: EEUU y Europa están obligados a compensar sus daños históricos, financiando a cuanta locura se les ocurra a los ONGS olimpistas. El triunfo de Donald Trump, en cierta medida es un retroceso para este proyecto globalista: he ahí, la explicación para tanta guerra sucia contra el multimillonario.
Los olimpistas pretenden reemplazar una sociedad flexible y desarrollada, en un proyecto rígido. La firma de acuerdos y tratados internacionales solo sirven para incrementar el poder de la ONU y sus agencias. Todo se pretende encajar en el proyecto de gobierno mundial, desde el origen de la vida hasta la educación de los hijos en todo nivel. Las empresas ya no pueden contratar libremente, las universidades perdieron su libertad de admisión y los ciudadanos podemos ser acusados de “homofobia”, “racismo” y “discriminación”. Todo es regulado en nombre de la paz y la tolerancia (las mismas que no gozamos los conservadores).
/*Hugo Balderrama es economista Master en Administración de Empresas y PhD. en Economía/
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Fuente: VISOR BOLIVIA