Fabricar Miseria, un Triunfo del Socialismo del Siglo XXI
OPINIÓN | 10 Ago 2018
En 1990, el ahora fallecido Fidel Castro y Lula da Silva fundaron el Foro de Sao Paulo. Según ambos personajes, “el Foro fue constituido para reunir esfuerzos de los partidos y movimientos de izquierda después de la caída del muro de Berlín y las consecuencias del neoliberalismo en los países de Latinoamérica y el Caribe”. En la época de su fundación, Castro era el único miembro en un cargo de poder, pero la pandilla izquierdista la tenía muy clara: había que tomar el poder.
En agosto de ese año, en Bolivia se realizó la marcha por el “Territorio y la Dignidad”, primeros embates del indigenismo; el 4 de febrero 1992, Hugo Chávez ejecutó un intento de golpe en Venezuela y la defensa de la hoja de coca aparecía en escena de la mano de Evo Morales.
Para finales del siglo XX y principios del XXI, Hugo Chávez, Rafael Correa y Evo Morales habían ganado las elecciones presidenciales en Venezuela, Ecuador y Bolivia. La revolución cubana recibía un aire de renovación y las viejas fuerzas de izquierda tenían en los homosexuales a nuevos militantes, tanto así, que el “Che” Guevara, un asesino de homosexuales, pasaba a ser un símbolo de las nuevas “minorías” discriminadas por la sociedad. El Foro de Sao Paulo se convertía en la fuerza hegemónica de la política regional.
Una vez en el poder, los presidentes foristas actuaron bajo el mismo libreto.
Primero, convocaron asambleas constituyentes con el objetivo de fabricar constituciones a medida de las ambiciones del foro. Segundo, debilitaron las fuerzas políticas de oposición. Tercero, establecieron grupos paramilitares con el fin de apuntalarse en el poder. Cuarto, empezaron un plan de nacionalización y expropiaciones de empresas nacionales y extranjeras. Quinto, avasallaron el derecho propietario con regulaciones sobre las tasas de interés, incrementos de impuestos y endurecimiento a las leyes laborales. Sexto, realizaron modificaciones a las leyes electorales con el objetivo de instalar tiranías por la vía democrática. Y séptimo, incrementaron el gasto estatal a niveles astronómicos.
Como la realidad no puede ser burlada, tarde o temprano, los desórdenes provocados en la economía pasan factura. La mora bancaria se incrementa haciendo tambalear al sistema financiero, la inflación empieza con un espiral ascendente que parece no tener fin, los productos desaparecen de los mercados y los trabajadores ven diluirse el poder adquisitivo de sus salarios. Cuba está en ese círculo de pobreza más de 50 años y Venezuela cerca a los 20. Sabiamente, el teólogo americano R. J. Rushdoony llama “Planificación de la hambruna” a las políticas económicas socialistas.
Lastimosamente, la derecha Latinoamérica fue tomada por sorpresa. Las fuerzas políticas seguían repitiendo la receta del “neoliberalismo”, un intento de tener un estatismo ordenado y con salud financiera. Los “think thank” defensores del libre mercado adoptaron, sin crítica alguna, los dogmas del marxismo cultural y los pocos académicos no socialistas, como mi querido maestro Alberto Benegas Lynch, siguen sin entender la naturaleza del socialismo.
El socialismo no es un error como ingenuamente piensan muchos intelectuales. El socialismo es la representación política de la maldad. Los socialistas no son buenos muchachos a los que les falta aprender economía. Los socialistas son sujetos con un profundo odio a la humanidad. La izquierda es la reunión de los peores elementos de una sociedad. Los vagos, los ladrones, los resentidos y los fracasados encuentran en la izquierda los pretextos para culpar a los demás de sus propias angustias.
Entonces, hundir a sus países en la miseria es un éxito. Una población muerta de hambre y con todo tipo de padecimientos es fácilmente controlable. Por ejemplo: un sándwich de jamón era la forma de obligar a los cubanos a soportar los interminables discursos de Fidel Castro; y qué venezolano piensa en política cuando tiene una inflación del 14.000 por ciento.
¿Hay salida? Sí, aunque en el largo plazo.
El primer paso es empezar a ganar espacio en el espectro político. Los conservadores debemos hablar de las bondades del libre comercio con los comerciantes informales, los pequeños ahorristas y los trabajadores por cuenta propia, todos victimas del actual sistema. Los cristianamos debemos predicar en nuestras iglesias que cristianismo y socialismo no son compatibles. La derecha debe dejar los guetos académicos, está muy bien hacer libros y ensayos, pero es insuficiente. Finalmente, hay que terminar con ese discurso de “mi país es distinto”. No señores, la verdad es única y universal. No existe una verdad para Bolivia y otra para Cuba o Venezuela ¡por favor! Ese chauvinismo infantil es muy funcional a estas tiranías.
//*HUGO BALDERRAMA ES ECONOMISTA MASTER EN ADMINISTRACIÓN DE EMPRESAS Y PHD. EN ECONOMÍA//
Fuente: VISOR BOLIVIA