Bolivia: entre el jefe indio y el caudillo ilustrado
El próximo 18 de octubre, Bolivia vuelve a las urnas para elegir un nuevo presidente. Según las últimas encuestas, el Movimiento al Socialismo (partido de Evo Morales) quedaría en primer lugar, Comunidad Ciudadana (agrupación liderada por Carlos Mesa) en segundo y Creemos (frente político del líder cívico Luis Fernando Camacho) en tercero.
Obviamente, muchos bolivianos asustados ante un posible retorno de Morales, salieron desesperados a pedir el «voto útil» para darle a Carlos Mesa la victoria en primera vuelta. Pero ¿es verdad que Mesa representa una alternativa a la izquierda radical que gobernó Bolivia por 14 años?
Es más que evidente que no. De hecho, Mesa es otro caudillo socialista, aunque éste use traje y pueda disfrazarse de cordero. Veamos.
El 10 de octubre del 2003, Evo Morales (en ese entonces diputado y cabecilla de los revoltosos que tenían cercada a La Paz) difundió una carta, en la que exigía: «la sucesión constitucional» y «Carlos Mesa presidente». Cínicamente, decía que esa era la única forma de «salvar» la democracia, obviando por completo que él era la principal amenaza para el país.
La propuesta era parte de la estrategia para tumbar el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada -que con todos sus defectos, fue el último gobierno legítimo en Bolivia-. Si el ejecutivo se hubiera mantenido cohesionado, la propuesta no hubiera pasado de ser una bravuconada. Pero Mesa tenía otras intenciones. Por eso, usando una serie de argumentos sentimentales y unas supuestas razones «humanitarias», se desmarcó del gobierno.
Cuando se concretó la sucesión constitucional, y con eso el plan del Foro de Sao Paulo en Bolivia, Carlos Mesa se dedicó a vendernos el cuento de un «gobierno de ciudadanos», el mismo eslogan que usa ahora. Aunque, en realidad, se trataba de un cogobierno con el Movimiento al Socialismo -además, que varios hombres fuertes de su gobierno o eran miembros del MAS, o pertenecían al Movimiento Bolivia Libre (uno de los partidos bolivianos que integra el Foro de Sao Paulo)- que se dedicó a bloquear las autonomías regionales, a centralizar la renta gasífera -con eso evitaron que flujos de dinero lleguen a los gobiernos regionales- a desarticular los partidos políticos y a incrementar la cantidad de hectáreas de coca sembradas en el Chapare.
En el año 2010, Álvaro García Linera, en ese entonces vicepresidente de Bolivia, decretó un gasolinazo. La medida, además de provocar airadas protestas, causó una caída rotunda en la popularidad del gobierno de Evo Morales. Tanto así, que para frenar el descenso se usó el recurso más chauvinista que tiene el país (la vieja confiable dirían los jóvenes): el tema marítimo. Uno de los primeros corifeos de la medida fue, como no podía ser de otra manera, Carlos Mesa.
A partir del 2014, Carlos Mesa -bajo el subterfugio de Vocero de la causa marítima– pasó a engrosar la planilla de funcionarios del régimen de Morales. Esa posición le permitió conseguir la popularidad que necesitaba para ser candidato presidenciable -aunque la apuesta resultó muy cara, dado el fracaso en La Haya-.
En marzo 2016, las investigaciones de corrupción estaban a punto de tumbar a Lula da Silva (uno de los fundadores del Foro de Sao Paulo y aliado de Evo Morales). Entonces, varios políticos alineados con los intereses foristas enviaron una misiva de apoyo. Entre los firmantes de la carta figuran: Cristina Fernández de Kirchner (Argentina), Carlos Mesa (Bolivia), Manuel Zelaya (Honduras), Fernando Lugo (Paraguay), José Mujica (Uruguay), el ex secretario general de la OEA, José Miguel Insulza y el entonces secretario general de UNASUR, Ernesto Samper.
Ya en la presente campaña, que se prolonga desde el 2019, Mesa huye de las preguntas serias, prefiriendo las alabanzas que le lanzan los jóvenes periodistas -muchos de ellos crecieron bajo la imagen del «historiador» e «intelectual»-. Y en general, sus respuestas a temas técnicos no dejan de ser mediocres. Por ejemplo, ante la pregunta: ¿Cuál es su plan para enfrentar el déficit fiscal de los últimos seis años? Su contestación fue: «recurriremos al financiamiento externo para financiar la demanda interna». Una total locura que equivale a hipotecar tu casa para pagar tu tarjeta de crédito.
Siento ser pesimista, pero estamos ante la disyuntiva del retorno del jefe indio y el gobierno socialista del caudillo ilustrado, un desastre en ambos casos.