Resistencia somos todos
Cochabamba, 28 de octubre del año 2019, en plena crisis social y electoral miles de militantes del Movimiento Al Socialismo rodean Cochabamba. Los habitantes del valle se ponen en alerta. Puesto que los simpatizantes de Evo Morales amenazan con romper los bloqueos de forma violenta. Milena Soto, Mario Bascope, Jaime Maldonado y Yassir Molina, además, de otros cientos de jóvenes cochabambinos organizan la defensa de la ciudad, porque no están dispuestos a repetir los luctuosos hechos de enero 2007, entre ellos, la cruel muerte de Cristhian Urresti de 17 años.
Al día siguiente, sucedió lo que se temía, los grupos de choque masistas, armados de piedras, explosivos y machetes, intentaron ingresar a la ciudad por el barrio conocido como El pueblito. Empero, se encuentran con los jóvenes cochabambinos que les hacen frente, y logran hacerlos retroceder, la Resistencia Juvenil Cochala había nacido. Ese sería el primer episodio que estos valientes cochabambinos protagonizaron. Pues Morales, en su afán de retener el poder, no paró con sus ataques al valle cochabambino. Acoso que terminó, solamente, posterior a su renuncia y fuga a México.
Después vino la gestión de Jeanine Añez. Un gobierno cuyas únicas misiones ―y por las cuales la población depositó su confianza en Añez― eran recuperar la institucionalidad democrática, anular la sigla del MAS, auditar el padrón electoral y convocar a elecciones limpias. Pero decidieron por el camino de la corrupción, el clientelismo y, quizás su más grande error, buscaron atornillarse en el poder. Luego, en un arranque de mesura o cálculo político, Jeanine Añez declinó de su candidatura. Penosamente, sin una auditoria del padrón, la mesa estaba servida para el retorno del Movimiento Al Socialismo al poder, si es que alguna vez se fue.
Carlos Mesa, «el candidato opositor», era parte de la trampa. Pues fue quien en varias ocasiones manifestó: «Es mi obligación ganarle al MAS en las urnas», y para eso chantajeó a todos los bolivianos con el voto útil.
En el fondo, Mesa y Morales tienen mucho en común. Ambos son socialistas, encandilados con el poder y el dinero. Uno y otro son expertos en la farsa. Uno no es agricultor ni campesino ni indígena, el otro no es historiador ni político. Son simples oportunistas.
Carlos Mesa, en las elecciones 2020, continuó con su tradición traicionera, reconociendo la victoria del MAS en boca de urna al día siguiente de las elecciones, sin verificación del sufragio. Como nunca en la historia de Bolivia, los resultados de las elecciones presidenciales fueron revelados con apenas 10% del conteo de los votos sufragados.
Una vez concretado el regreso del MAS, pero con mayor énfasis luego de la derrota en las elecciones subnacionales de marzo del 2021, el régimen salió a buscar venganza de aquellos que lo había derrotado el 2019. Y no fue Carlos Mesa, el autonombrado «jefe de la oposición» el objeto sobre el cual descargaron su ira, sino Jeanine Añez, varios de sus ministros y los valientes jóvenes de la Resistencia Juvenil Cochala.
Desde su detención en marzo de este año, Yassir Molina, bajo una sin fin de chicanas legales, ya fue traslado a tres prisiones diferentes en tres ciudades distintas, además, no pudo defender su examen de grado para optar al grado de abogado. Por su parte, Milena Soto, que enfrenta dos procesos distintos, guarda detención domiciliaria. Y el 27 de octubre, por un tribunal por demás cuestionable y con una total falta de pruebas, Mario Bascope (Tonchy) fue condenado a 10 años de cárcel.
Pero lo que llama la atención de todo esto, es el silencio absoluto de los legisladores de Comunidad Ciudadana (la senadora Andrea Barrientos y los diputados: Toribia Lero, Saúl Lara, Samantha Nogales, José Maldonado, Alejandra Camargo y Nayra Zalles) respecto a la saña con la que el gobierno trata a los miembros de la RJC.
Al respecto, Milena Soto, en un contacto con el medio digital Visor Bolivia, expresó lo siguiente:
Durante octubre 2019, los marchistas del MAS amenazaron a los activistas con quemarlos vivos, y para ello rociaron diésel y gasolina en las calzadas. También colocaron alambres de púas de calle a calle para que los motociclistas sufran cortes y lesiones al pasar por esos sectores. Pero en medio de todo eso, la actual senadora Barrientos criticó a la RJC porque, según ella, «actuaban muy agresivos» y dijo que los grupos masistas eran «pacíficos». Sugirió, además, dirigirse hacia la marcha de cocaleros con una bandera blanca para entablar el diálogo, pero condicionó aquello a que los uniformados la resguarden. Un coronel de Ejército, luego de aclararle que había mucho riesgo y tensión, aceptó acompañarla, pero dijo que la dejaría sola para hablar con los manifestantes cocaleros. Entonces, Barrientos retrocedió. Andrea, pese a declararse opositora, siempre sintió simpatía por el MAS y un total desprecio por la RJC. No me extraña que ahora festeje la persecución que sufrimos.
Como vemos, al igual que el 2003, el socialista Mesa, junto con toda su bancada, le abrió las puertas del poder a Evo Morales, y traicionó a quienes le dieron su voto. El camino hacia el totalitarismo en Bolivia se encuentra libre de obstáculos. Al MAS se le dio todas las herramientas para consolidar su tiranía. A Carlos Mesa lo único que le interesa es seguir recibiendo las migajas del poder, igual que siempre.
No obstante, la población no puede bajar los brazos, porque Resistencia somos todos.
¡Nadie se cansa! ¡Nadie se rinde!