Esnobismo universitario: otra moda progresista
Los Estados Unidos ya tiene su presidente número 47, se trata de Donald Trump. El Cinturón del maíz jugó un papel importante en la segunda victoria electoral de Trump, puesto que, con excepción de Illinois, California y Minnesota, todos esos Estados se tiñeron de colorado intenso. En esos mismos lugares se encuentran los Farmers, productores independientes de ganadería y porcinocultura.
Al respecto, Marcelo Elizondo, presidente de la Cámara Internacional de Comercio en la Argentina, en una entrevista al periódico La Nación, señala que:
El resultado es una reacción de descontento a la situación económica de los Estados Unidos. La candidata oficialista Kamala Harris ha cargado con una muy mala imagen de la política económica de Biden. A Biden se lo considera un presidente que ha tenido durante su mandato una excesiva inflación. No hay que olvidarse del rezago de la política monetaria expansiva excesiva que Estados Unidos puso en marcha durante la pandemia.
Por su parte, Kamala Harris obtuvo su votación fuerte en los sectores urbanos. Un análisis elaborado por Bloomberg mostró que, de las 15 ciudades más grandes de Estados Unidos, 11 votaron por la candidata Demócrata, algo que ya se había visto en las campañas de Barack Obama en la década pasada.
Varios operadores mediáticos del partido Demócrata usaron ese dato como una prueba para afirmar que el militante demócrata se encuentra en una escala social más alta, ya que sus votantes tienen formación universitaria, educación más refinada y están dispuestos a aceptar ideas «innovadoras», por ejemplo, la niñez trans. Otros, que no pudieron disimular su enojo, llamaron «rústicos campesinos», «ignorantes», «zombis» e «iletrados» a los votantes del partido Republicano.
Observe la paradoja, los demócratas se pasaron toda la campaña acusando a Trump de promover la discriminación, el retraso, la xenofobia y el discurso de odio, además, de mostrarse como los defensores por default de los homosexuales, mujeres, afroamericanos e inmigrantes, pero son ellos que no dejan de adjetivar de mala manera a los republicanos, millones de ellos de origen hispano.
Nótese algo, las personas productivas, aparte de adherir mayoritariamente a valores conservadores, emitieron su voto en base a algo llamado realismo, pues sobre sus espaldas y bolsillos cayeron todas las imprudencias económicas de la administración Biden – Harris. Empero, los afiliados al progresismo sufragaron guiados por fantasías irrealizables e imposiciones ideológicas, verbigracia, el wokismo, el ambientalismo, el antihumanismo y la migración descontrolada. Ideas tan absurdas que solamente se le pudieron ocurrir a intelectuales, parafraseando a Axel Kaizer, y que únicamente las universidades pueden reproducir.
¿No se habrá convertido la universidad en un centro de adoctrinamiento y los títulos universitarios en una muestra de esnobismo?
Yo creo que sí, pero eso es motivo de otra nota.
En conclusión, la victoria de Trump no se debe de manera exclusiva a los más férreos conservadores, sino que hay una fuerte participación del demócrata de centro, ese que, a pesar de cierto sesgo de izquierda, no acepta que se asfixie con impuestos al sector productivo y tampoco quiere ver a su nación en manos de las maras, los cárteles del narcotráfico y los socialistas. Ergo, la elección del pasado 5 de noviembre es el inicio del fin de la pesadilla progresista, ya que la nueva camada de militantes demócratas tiene que recuperar su partido de las garras del Socialismo del Siglo XXI para, nuevamente, ponerlo al servicio de los intereses del pueblo estadounidense. Mientras tanto, Make America Great Again