Lavado de cerebro en la universidad
Los partidos políticos, los medios de prensa y la cultura en general están dominados por las ideas de izquierda. Para entender lo que sucede en la sociedad, hay que primero entender lo que sucede al interior de las universidades.
Llevo más de doce años impartiendo clases en todos los niveles universitarios. Mi larga trayectoria, me permitió descubrir una gran verdad: las facultades de Ciencias Sociales no educan; solo adoctrinan en todos los dogmas del marxismo. De las aulas universitarias salen los “académicos”, en realidad sacerdotes del socialismo, que influyen en los partidos políticos y los medios de prensa.
Por lo general, los profesores presentan el socialismo como un noble ideal que busca una sociedad “justa” y los estudiantes solo escuchan las cantaletas keynesianas en economía, positivismo jurídico en derecho, marxismo cultural en pedagogía y una mezcla de todo en comunicación social. Por lógica, el egresado defenderá la intervención del Estado en la economía y apoyará cuanta locura se ponga de moda. Por ejemplo, el aborto y el “matrimonio” homosexual.
Generalmente, los profesores universitarios pueden ser divididos en tres grupos. Los moralistas que creen que la izquierda tiene la ética de su lado, son el primer grupo. Los “académicos” que dicen que la derecha no razona y que sus pensamientos son estrechos, componen el segundo grupo. Los bohemios son los que venden todo el discurso de la tolerancia, suelen ir desarreglados a clases y presumir de sus aventuras, son el tercer grupo.
Detrás de todo lo anterior, se oculta el posmodernismo, una vieja moda que exalta el relativismo y el todo vale. El profesor universitario repite frases huecas como “aprender a aprender”, “nadie tiene la verdad absoluta” o “la verdad es relativa”. Por ejemplo, cuando uno les dice que el gasto fiscal elevado y los muchos controles sobre la economía destruyen el aparato productivo, siempre tendrás a un “profe” que dice: “eso pasó en otros países, el nuestro es diferente”, argumento que pretende negar la validez de conceptos universales y sirve como escudo protector de las políticas socialistas.
Debemos reconocerle un mérito enorme a la izquierda: su infiltración en la academia fue una estrategia brillante. Es ahí donde se empieza a fabricar la “espiral del silencio”; si todos piensan que Donald Trump es racista ¿Para qué arriesgar la popularidad opinando lo contrario? Mejor nadar a favor de la corriente y evitar problemas, esa misma lógica se traslada al total de la sociedad. Gramsci tenía mucha razón cuando dijo: “La conquista del poder cultural es previa a la del poder político y esto se logra mediante la acción concertada de los intelectuales llamados orgánicos infiltrados en todos los medios de comunicación, expresión y universitarios”. Hoy, vivimos en la tiranía de lo políticamente correcto, donde decir la verdad ofende a cuanto sensible uno se encuentra.
El egresado universitario es el tan soñado hombre nuevo socialista. Un hombre que al adoptar la ideología de género atenta contra su propia existencia. Al exigir más intervención del Estado pone en riesgo su propiedad privada. Y al poner al Estado como referente moral elimina su libertad. El hombre nuevo socialista es un ser vacío de toda “humanidad” en palabras del filósofo español Julián Marías.
Fuente: http://visorbolivia.com