¿La tiranía y la dictadura son iguales?
Durante la década del 60, en toda América Latina, la izquierda se levantó en armas. Prácticamente, todos los países de nuestra región tuvieron un foco guerrillero que quería emular el triunfo de Fidel Castro y sus barbones cuando ingresaron exitosos a La Habana aquel fatídico 1 de enero de 1959.
En esa época, la izquierda celebraba el aparente triunfo del socialismo. Por ejemplo, Fidel Castro en su Segunda Declaración de La Habana manifestó: “El deber de todo revolucionario es hacer la revolución. Se sabe que en América y en el mundo la revolución vencerá, pero no es de revolucionarios sentarse en la puerta de su casa para ver pasar el cadáver del imperialismo”. Era 1962 y el mundo efectivamente parecía marchar en esa dirección, como reforzó el líder cubano en otras reflexiones: “En muchos países de América Latina la revolución es hoy inevitable”; o bien cuando se refirió a “la realidad objetiva e históricamente inexorable de la revolución latinoamericana”.
Pero la captura y posterior fusilamiento del “Che” Guevara, las peleas entre las diferentes facciones socialistas y el surgimiento de dictaduras anti comunistas fueron golpes duros para los rojos revolucionarios.
Lamentablemente, las fuerzas anti comunistas no fueron sagaces y no estaban preparadas para las siguientes jugadas de la izquierda. Primero, construir un relato victimista. Segundo, colonizar las Fuerzas Armadas. Tercero, asaltar las instituciones culturales. Y cuarto, endiosar a la democracia y satanizar las dictaduras. Dice La Biblia en Lucas 16:8 “Que los hijos de la oscuridad son más sagaces que los hijos de la luz”. Y en eso se cumple en todos los aspectos de la vida.
Hoy, el ciudadano promedio tiene una opinión favorable del “Che”, cree que el capitalismo es malo y dice que todas las dictaduras son iguales. No me extraña que la gente común no comprenda esos conceptos, total la política es una ciencia que requiere mucho estudio para entenderse. Lo preocupante es que esa ignorancia e ingenuidad esté presente en círculos de políticos y analistas.
Para empezar, debemos aclarar que existe una diferencia fundamental entre dictadura (derecha) y tiranía (Izquierda).
Las tiranías buscan subvertir la realidad entera. Pretende cambiar los fundamentos ontológicos de los componentes sociales y adaptarlos a unas particulares formas de utopía. Por eso la izquierda siempre nos vende un “cambio” que traerá un “nueva” educación, un “nuevo” modelo económico y hasta un “nuevo” hombre. Obviamente, la violencia es el instrumento usado para alcanzar este aparente paraíso en la tierra. Por eso, la tiranía no solo autoritaria sino totalitaria y en sus intentos utópicos quedan miles de muertos en el camino.
Existen varias formas de instaurar una tiranía. En Cuba se usó la revolución armada. En Venezuela, Bolivia y México se usó la democracia. Confundir libertad con democracia fue una estrategia brillante que la izquierda usó para llegar al poder. No es que la democracia sea mala. Solo que sin partidos de derecha que den batalla política para conservar las libertades religiosas, económicas y políticas es muy útil a la izquierda y sus planes.
La dictadura es, según el derecho político romano, un recurso temporal usado en casos de emergencia y ante una amenaza latente de destrucción de la paz social. No es que la dictadura sea una maravilla, pero en ocasiones es necesaria para frenar una tiranía como declara el gran filósofo Norberto Bobbio. Porque no es lo mismo fomentar el terrorismo que detenerlo. No es lo mismo hundir una nación en la miseria que ponerla en el primer mundo. No es lo mismo desorden, caos y miseria que orden, paz y trabajo. Y no es lo mismo vivir bajo el régimen de Augusto Pinochet que bajo el régimen de Nicolás Maduro.
Fuente: www.visorbolivia.com