La política de la ciencia ficción
El escritor libertario Axel Kaiser, quizás el latinoamericano más lucido de esa escuela de pensamiento, dice que vivimos la época de un culto irresponsable a la emotividad. Si esa esa emotividad barata se quedara dentro de los limites universitarios o en círculos de llorones, sería totalmente inofensiva. El problema radica que esas locuras sirven de inspiración para que un grupo de revoltosos quieran imponer toda una serie de políticas públicas. Si la democracia es de por si inestable, imagine usted una emocracia.
Roger Scruton, en su libro Pensadores de la nueva izquierda, menciona tres vertientes que alimentan a estos nuevos revoltosos. Primero, la plena vigencia del resentimiento izquierdista por la diferencia. Segundo, la necesidad de cambiar de sujeto revolucionario -el lugar privilegiado ya no tendría el obrero, sino cualquier otra «minoría oprimida»- Y tercero, una ambición de poder sin límites, que pretende llevarse por delante al sentido común.
Por ejemplo, en febrero de este año, Terry Miller y Andraya Yearwood, dos atletas transgéneros, dominaron las pruebas de velocidad en los campeonatos de Instituto de pista cubierta del Estado de norteamericano de Connecticut.
Selina Soule, una de sus rivales, fue una de las atletas que considero esto una injusticia: «No tengo ningún problema con que quieran ser chicas, sino con la ley». Para ella, los deportistas transgéneros cuentan con una ventaja competitiva. Y eso es verdad, ya que ambos corredores son hombres compitiendo en pruebas de mujeres.
Como era de esperarse, Selina Soule fue objeto de duras críticas por parte de los nuevos guerreros sociales, que siempre tienen un vocablo para desprestigiar para desprestigiar a sus críticos, y este caso el escogido fue transfobia.
En el caso de nuestro continente las cosas no son muy diferentes. Veamos
El año 2016, la justicia argentina ordenó que Jessica Millaman (un transexual) sea fichado por un equipo de la liga hockey femenino de la provincia Chubut. Lo patético del asunto fue ver el comportamiento mediocre de una gran parte de la prensa gaucha, que se encargó convertir el asunto en un tema de trascendencia nacional. El genial Thomas Sowell tiene una frase que resumen muy bien este asunto: la política de la ciencia ficción. Penosamente, la ciencia ficción y la política no son buenas compañeras.
Pero los temas de género no son los únicos problemas. Resulta que estás incongruencias están presentes en todos los temas que uno pueda imaginar. Verbigracia, semanas atrás, Bolivia pudo al fin salir del régimen corrupto de Evo Morales. Gobierno que fue causante de la peor crisis institucional de mi país, y el mayor destructor de la economía de los últimos setenta años. Pero esos detalles son intencionalmente ocultados por una prensa internacional, que pretende vender al mundo el relato del pobre indígena golpeado por una minoría racista. De hecho, esa práctica fue habitual durante el régimen evista, que se encargo de descalificar y encarcelar a cualquiera que se atrevió a cuestionar sus medidas.
Bolivia ya le ganó dos batallas a la izquierda internacional, pero no significa que debemos bajar los brazos. Si bien salimos de la versión indigenista del Socialismo del Siglo XXI, todavía persiste el peligro de la Ideología de género y el ambientalismo esperando que algún oportunista las tome como bandera. Por eso la necesidad de construir una fuerza política que sea conservadora en lo cultural y capitalista en lo económico.