Putin, conservador por dentro, progresista por fuera
Terminó el mes del orgullo LGTB. Un movimiento que pasó de ser un reclamo por respeto a sus derechos, a una imposición ideológica. Muchas voces se levantaron en contra, incluida la mía. Pero no lo hacen por «homofobia» e «intolerancia», sino por la manipulación que se hizo de esas banderas por parte de la nueva izquierda. Básicamente, se convirtieron en el fetiche de los politiqueros que quieren seguir chupando de las tetas del Estado y cortando libertades.
Quizás por eso, conservadores en Estados Unidos e Hispanoamérica ven con buenos ojos que el dictador ruso, Vladimir Putin, sea un declarado opositor al movimiento arcoíris y al feminismo. Muchos incluso llegaron a considerarlo una especie de paladín contra el progresismo. Sin embargo, como dice el viejo refrán: «No todo lo que brilla es oro». Veamos.
Putin tiene leyes estrictas contra la homosexualidad y el feminismo, por ejemplo, El Tribunal Supremo de Rusia declaró que el movimiento LGTB es una organización terrorista. Además, el Ministerio de Justicia prohibió cualquiera de sus actividades. Nada nuevo, pues el comunismo fue, es, y será el mayor enemigo de las libertades individuales y la vida misma.
No obstante, La Internacional Progresista, CLACSO y la izquierda hispanoamericana, que actúan como las principales promotoras de todo el asunto LGTB en Occidente, son, abiertamente, defensoras de Putin, incluso hasta consideran legítima la invasión a Ucrania.
Por su parte, Putin no tiene ningún problema en consolidar sus alianzas con el progresismo occidental. Verbigracia, en los últimos meses del 2023, las principales calles de México se vieron invadidas del verde de RT (Russia Today). Incluso la empresa estatal de televisión de la ciudad llenó el transporte público con la programación de RT. «Mientras esperas el metrobús, puedes ver las noticias», decía alegremente la directora del programa RT en español, Margarita Simonián. Toda esta masiva ola de propaganda fue posible gracias al apoyo de Claudia Sheinbaum, presidente electa de México y miembro de la Internacional Feminista.
De igual manera, la relación entre la dictadura rusa y el progresismo hispanoamericano se extiende a ámbitos culturales. En este campo, CLACSO juega un papel fundamental en la construcción de los cuentos a favor del Kremlin, una especie de recalentado de la Guerra Fría.
Atilio Borón, ex ejecutivo de CLACSO, es uno de los intérpretes de las melodías geopolíticas rusas en la región. Empero, la institución que el dirigía es una de las principales creadoras de narrativas pro-LGTB en Occidente, incluso usando palabras en lenguaje inclusivo. Por citar un caso, Saberes LGTBI+, es un documento publicado por CLACSO en 2019, en su introducción dice textualmente:
¿Qué futuro existe para los estudios LGBTI+ en Centroamérica? El futuro es luminoso y siempre heterogéneo. Si pensamos el camino recorrido desde los años 80 donde se comienzan a vislumbrar caminos, ideas, producciones con relación a estos temas hoy tenemos muchas más posibilidades. Además, hay un diálogo intergeneracional que posibilita el crecimiento investigativo. Sumado a esto, una generación de jóvenes y no tan jóvenes investigadores han continuado el legado heredado por otres.
Paradójicamente, mientras CLACSO habla de un futuro luminoso para el movimiento LGTB en Centroamérica, no tienen ningún reparo en apoyar a quien condena a ese mismo grupo en Rusia. ¿Ignorancia? No. Algo mucho peor, falta total de escrúpulos, pues Rusia y sus aliados siempre han tenido la capacidad de camuflarse en cualquier causa. Pueden pasar de fusilar homosexuales, Cuba, el caso más notorio, a desfilar con banderas arcoíris. Pueden dejar de ser ateos para convertirse en defensores del Islam. O pueden ser como Putin, conservadores para adentro, pero progresistas para afuera.