Jean Baptiste Say tenía razón
Jean Baptiste Say (1767 – 1832) fue una de las principales figuras de la economía clásica -la más grande fuera del Reino Unido- y también uno de los primeros profesores de economía. Los trabajos de Say fueron de gran importancia en España e Iberoamérica –donde fue más estudiado y difundido que los clásicos británicos, Adam Smith incluido-.
Su obra más importante fue el Tratado de economía política (Say alcanzó a sacar cinco ediciones de su principalis laboris). En el capítulo dedicado al análisis de los mercados, Say afirma lo siguiente: «La producción es lo que facilita la salida de los productos». Frase que, un siglo y medio después, fue ridiculizada por John Maynard Keynes en su libro Teoría General –algo que no sorprende, pues los conocimientos de ciencia económica de Keynes eran pobres-.
Pues bien, la pandemia causada por el COVID-19 está demostrando la validez de la Ley de Say. Por ejemplo, las dos semanas de cuarentena en Bolivia, ya le pasaron facturas a varios sectores productivos -desde reducciones en los salarios, hasta cierres de empresas-. Adicionalmente, la informalidad, sector que compone el 60% de la economía del país, se encuentra al borde del colapso, ante el cierre de fronteras y reducción de los horarios de ventas. Y por mucho que el gobierno boliviano, o de cualquier otro país, regale dinero y pague bonos, no podrá sustituir a los mercados, la innovación empresarial y la acción humana en la creación de riqueza.
Así, cuando se asume que los problemas económicos se resuelven con dinero recién impreso, se está confundiendo al medio (moneda) con la causa (producción). La economía no está mal por falta de dinero, sino por falta de producción. Adicionalmente, las manipulaciones abusivas de la moneda -es un error llamarlas políticas monetarias- son las verdaderas causas de la inflación y los ciclos económicos, Venezuela y Argentina son un ejemplo de esto último.
Por mucho tiempo, las ciencias sociales, la economía entre ellas, han sido forzadas a parecerse a las ciencias naturales. El positivismo predominante veía a la economía como un asunto de equilibrios, distribuciones y pronósticos. Si bien, esas ideas son populares en el ámbito universitario, siempre chocaron con la realidad, y en el peor de los casos sirvieron de pretexto para todo tipo de gobiernos totalitarios.
Pero la economía no tiene un «porvenir» -como plantean los fans de la econometría-, sino un «por crear» -la tesis central de La Acción humana de Mises-. Por lógica, para que las cosas funcionen, se debe dejar en libertad la capacidad creativa del ser humano. Para ilustrar lo anterior el doctor Murray Rothbard usó el ejemplo de Crusoe en una isla solitaria.
Crusoe se encuentra en una isla y no posee bienes de capital, sólo tiene los frutos de la naturaleza y su capacidad de crear (el trabajo humano es fundamentalmente creador). Estando en esa situación, deberá establecer sus prioridades. Obviamente, tendrá que trabajar para crear instrumentos que le permitan cosechar comida. Estas herramientas rudimentarias son bienes de capital. El tiempo dedicado a fabricarlas es inversión. Y la mejora en la cantidad de comida cosechada, es el rendimiento de esa inversión. Si nuestro personaje tuviera la suerte de encontrarse con Juan (otro naufrago), y éste trae consigo otras herramientas (bienes de capital adicionales), el nivel de vida de ambos mejoraría sustancialmente.
Mauricio Ríos García, economista y asesor de inversiones, muestra que la crisis económica causada por el COVID-19, tiene en el libre mercado, la reducción de impuestos y la disciplina monetaria como los únicos caminos de solución -todas las demás medidas keynesianas sólo agravaran la crisis-. Ríos García, junto con otros grandes economistas, llega a la misma conclusión de Jean Baptiste Say: «La producción es lo que permite que la economía funcione»