Tres verdades que no se enseñan en la facultad de economía
Bolivia está en plena campaña electoral -en realidad, llevamos así varios años- y todos los frentes nos ofrecen redistribuir la riqueza y darnos educación y salud «gratuitas» y de «calidad». Pero todas esas ofertas son, por decirlo de manera educada, grandes mentiras disfrazadas de verdad.
La mayor parte de esas ofertas, que se vienen repitiendo por los últimos cincuenta años, tienen su fundamento en una concepción estática, por ende errónea, de la economía que obvia tres grandes verdades de la acción humana (término acuñado por el economista Ludwig Heinrich Edler von Mises).
Primero, todos los hombres poseemos una capacidad empresarial que nos permite satisfacer nuestras necesidades, además, de descubrir y aprovechar oportunidades de ganancia. Por ende, los recursos y la riqueza no están dadas -como asumen muchos políticos y economistas del mainstrean-, sino que éstos son continuamente concebidos por los empresarios. Por ejemplo, aquellos elementos que para usted son basura, pueden convertirse en activos de capital para alguien que sabe qué hacer con ellos.
Y si los fines, los medios y los recursos no están dados, sino que continuamente están creándose de la nada por parte de la acción empresarial del ser humano, es claro que el planteamiento ético fundamental deja de consistir en cómo distribuir equitativamente la riqueza existente, pasando, más bien, a concebirse como fomentar la creatividad empresarial -la manera más conforme a la naturaleza humana-.
Segundo, siendo el hombre un entre creador, se llega a la conclusión que todos los seres humanos tienen el derecho a gozar de los frutos de su creatividad empresarial. No sólo porque, de no ser así, se desmotiva la capacidad creativa del hombre, sino porque se trata de un principio universal capaz de ser aplicado a todos los seres humanos en todas las circunstancias concebibles. Por ende, es antiético que los gobiernos, a nombre de la lucha contra la pobreza, roben a unos, para entregárselos a otros. Recuerde que no hay nada más caro que aquello que los gobiernos ofrecen gratis, ni nada más injusto que la «justicia social».
Pero la libertad empresarial también tiene otra virtud más allá de lo material. El psiquiatra Victor Frackl, quien fue prisionero en Auschwitz, hizo un análisis de las razones por las cuales los jóvenes y fuertes morían, mientras los viejos y enfermos sobrevivían. Llegó a una conclusión muy interesante: los hombres y mujeres que sobrevivían en los campos de concentración eran los que tenían un para qué vivir, un algo en qué creer o un motivo para luchar. En cambio, aquellos que abandonan toda esperanza ni motivos para vivir, se iban de inmediato. En su libro El hombre en busca de sentido, Frackl nos dice que la esperanza tiene un valor terapéutico muy importante en la vida social. Por eso, los socialistas nos roban las empresas para dejarnos pobres, destruyen la familia para dejarnos en soledad y nos quitan la libertad para que perdamos toda esperanza.
Finalmente, el verdadero objetivo de la economía no es crear empleos, sino producir riqueza. El empleo es una consecuencia no deseada, una externalidad, de la actividad empresarial. Por ende, no todos los trabajos son económicos, incluso pueden ser perjudiciales. Por ejemplo, si en este momento el gobierno propone construir una escalera para alcanzar el sol, obviamente, todos tendríamos empleo, pero estaríamos desperdiciando recursos económicos porque la obra, a pesar de su magnitud, no responde a una demanda real, sino a un capricho político de turno. Por eso, en la Unión Soviética todos tenía trabajo como funcionarios del Estado, constructores de armamento y burócratas, pero faltaban la leche, el pan y el azúcar.
Ahora bien, y es una pregunta muy válida ¿Qué sucede con los más necesitados?
El acto caritativo, que es importante en momentos de angustia, no es para nada la solución definitiva e incluso puede conducir a una crónica dependencia. La solución de fondo estriba en dejar en libertad la actividad empresarial. De esa manera, todos tendremos más riqueza, más empleos reales y mejores salarios.