Cuidado con el segundo rebrote progresista
Mientras la humanidad entera permanecía asustada, histérica y encerrada por la pandemia del COVID-19, la izquierda incendiaba Chile, boicoteaba a Donald Trump y -especialmente, con la ayuda de China- instalaba su agenda en la OMS y la ONU. Por ejemplo, en Ecuador, Perú y Bolivia se utilizó la cuarentena para intentar imponer el aborto.
En junio de este año, Erik Morón (en ese entonces diputado y presidente de la brigada parlamentaria cruceña), ante el silencio de las autoridades, conminó a la excanciller Karen Longaric responder en un plazo de 48 horas sobre la firma de un documento que incluía a Bolivia en unas directivas proaborto impulsadas por la ONU. Por su parte, la Plataforma de Defensa de la vida y la familia se sumó al pedido de Morón.
Penosamente, la agenda abortista tiene varios tentáculos. Por eso, y ya con el nuevo gobierno, Sonia Condori, dirigente de las Bartolinas y ex diputada por el Movimiento Al Socialismo (MAS) de Tarija, indicó que solicitaran al gobierno de Are Catacora priorizar las temáticas de «salud pública» que involucren a las mujeres, el aborto entre ellas.
Pero las posturas a favor del aborto no sólo vienen del lado oficialista, sino también de la «oposición» (lo pongo entre comillas, porque en Bolivia los opositores no se oponen a nada). Verbigracia, la actual senadora por Comunidad Ciudadana Andrea Barrientos señalo lo siguiente: «los temas de aborto y unión civil homosexual se deben poner en debate desde la mirada de Estado laico que se tiene en Bolivia según la propia Constitución Política del Estado. Además, Se debe trabajar en políticas de inclusión y en un cambio de mentalidad. Ver el tema de la unión civil homosexual desde los derechos humanos y el aborto como un tema de salud pública».
Pero lo más triste radica en ver a la ONU chantajeando a los países. Por citar un caso, en Ecuador se aprovechó la crisis de salud para impulsar Plan de Respuesta Humanitaria COVID-19. Cuyo principal objetivo es mantener la continuidad de la salud materna, neonatal e infantil y otros servicios de salud sexual y reproductiva (eufemismo para el aborto) durante la pandemia.
Es decir, que mientras bajo el discurso de #quedateencasa los gobernantes nos encierran en cuarentenas (cuya utilidad para frenar el COVID-19 es muy dudosa), ellos pretenden matar a los más inocentes en el vientre materno, y tienen el descaro de llamarlo «salud pública».
Ahí, radica la importancia del presidente Trump. Quien, como cabeza del país más grande del mundo, jugó un papel importantísimo en la defensa de la vida y la soberanía de las naciones. Como cuando en el 74ª asamblea de la ONU dijo: «nunca nos cansaremos de defender la vida del inocente». Por su parte John Barsa (administrador de USAID) expresó lo siguiente: «La ONU no debería usar esta crisis como una oportunidad para avanzar en el acceso al aborto como un “servicio esencial”».
Por eso, no es casualidad que todos los grandes lobbies abortistas del mundo hayan usado la pandemia como un pretexto para atacar a Trump y Bolsonaro. Tampoco que grupos terroristas como Black Lives Matter o ANTIFA hayan intentado incendiar EEUU desde adentro (una estrategia que la izquierda usó en Bolivia desde el 2000 al 2003). Finalmente, no tiene nada de casualidad que la izquierda internacional en su conjunto celebre el «triunfo» de Joe Biden.
Si señores, debemos preocuparnos por el rebrote, pero del virus socialista.