Cocaína, poder y territorio
Desde que el vicepresidente de Bolivia, David Choquehuanca, habló de la necesidad de «compartir» las tierras del oriente del país, el gobierno volvió a promover una invasión masiva al departamento de Santa Cruz de la Sierra, aunque sus amenazas también se extienden a Beni y Pando.
¿Por qué tan grande obsesión con el oriente boliviano cuando existen enormes extensiones de territorios despoblados en las tierras altas?
A principios de los años 80, Roberto Suarez Gómez, el rey de la cocaína boliviana en esa década, mencionó que la coca era el recurso con mayor potencial exportador de Bolivia. Es evidente que el carismático narcotraficante no estaba para nada equivocado. Empero se olvidó de los riesgos asociados al negocio cocalero. Veamos.
El Dr. John D’Auria, profesor asistente en el Departamento de Química y Bioquímica de la Universidad Tecnológica de Texas, ha realizado varios estudios sobre la coca. En sus trabajos llegó a conclusiones interesantes. Por ejemplo, algunas plantas ilegales, como el cannabis, se pueden cultivar con bastante facilidad en casi cualquier lugar. Sin embargo, con la coca es diferente.
La coca, generalmente, prospera a una altitud entre 500 y 1.500 metros sobre el nivel del mar y en un microclima común de la selva amazónica. Esto le da al arbusto una preferencia bastante inusual por la alta humedad y la baja presión del aire, y tales condiciones se encuentran, fuera de Sudamérica, en muy pocos lugares del mundo. Esto hace que cultivar la planta en otro lugar sea un desafío, aunque no imposible, puesto que ya existen cocales en Australia.
No obstante, la mayor dificultad radica en la gran cantidad de coca necesaria para satisfacer la, cada día más creciente, demanda de cocaína. Pues, según El Informe Mundial sobre las Drogas de las Naciones Unidas, se necesitan alrededor de 297 gramos de hojas de coca secas para producir un gramo de cocaína. Es decir, que para elaborar cocaína a gran escala se requiere enormes extensiones de territorio.
Por todo lo anterior, no debería resultar extraño que, en septiembre del 2011, con el pretexto de construir una carretera, el Movimiento Al Socialismo haya pretendido partir en dos el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS). Además, de sacar por la fuerza a los originarios de sus habitad, y entregarles esas tierras a los productores de coca ―el grupo de choque privado de Evo Morales―.
El TIPNIS nos mostró a Bolivia y al mundo la hipocresía de un gobierno que se autodenomino como «protector» de La Pachamama. Pero que no le tembló la mano para colonizar territorios de las etnias Yuracarés, Mojeños y T´simanes. Así es amable lector, el gobierno «indígena» de Bolivia no dudo un segundo en reprimir a los indígenas, muchas de ellas madres con niños pequeños, de las tierras bajas.
Asimismo, el periodista Manuel Morales Álvarez, en su libro Narcovínculos, menciona otro detalle que explicaría las constantes agresiones sobre el oriente:
La cocaína boliviana no tiene como destino final los Estados Unidos, sino a Asía, Oriente Medio y Europa. De ahí la necesidad de tener un acceso más rápido a Brasil, que es el punto de donde la mercancía sale a su destino final.
Por eso, sería demasiado ingenuo pensar que son «humildes» campesinos quienes avasallan propiedades de ganaderos y agricultores. Es tan organizado el accionar de estos grupos que autoridades del INRA reconocieron que los asaltantes tienen acceso a información confidencial sobre tierras en proceso de saneamiento.
Es evidente que el MAS no quiere volver a perder el poder. Por ende, está dispuesto a usar cualquier estrategia para acabar con sus oponentes. Estamos presenciando una invasión que tiene dos objetivos: Primero, ampliar la frontera cocalera. Y segundo, minar la fortaleza del departamento de Santa Cruz, hasta ahora el bastión opositor al proyecto masista.