La economía boliviana más allá del marketing, las narrativas y las mentiras
La crisis de la economía boliviana ya es una realidad innegable, incluso el gobierno sacó de circulación su publicidad sobre sus «éxitos» y «logros». La narrativa oficialista ahora se volcó a culpar de los problemas a Ucrania, Rusia y, aunque usted no lo crea, a los economistas que son críticos con su gestión.
¿Qué sucedió en un país que hasta hace poco presumía de su «blindaje», «solidez» y «estabilidad»?
Desde los inicios de la dictadura boliviana, allá por el 2006, su equipo de comunicación posicionó la idea de un modelo económico autóctono y nacido en las «brillantes» mentes del entorno de Evo Morales. Los panegiristas del cocalero bautizaron su creación como: Modelo Económico Social Comunitario Productivo (MESCP).
Sin embargo, por mucho que los marketeros de la dictadura nos intentaban mostrar a un Arce Catacora como descubridor de la piedra filosofal de la economía de Bolivia, el MESCP era la repetición de todos los errores del keynesianismo, por ejemplo, bajar forzosa y artificialmente las tasas de interés, estimular la inversión pública, un eufemismo para el derroche por parte del Estado, y redistribuir la renta mediante una política tributaria asfixiante para el emprendedor.
Aunque el Modelo Económico Social Comunitario Productivo generó una sensación de bienestar en sus inicios, siempre estuvo condenado al fracaso. Pues ninguna sociedad puede sobrevivir anteponiendo el consumo al ahorro, en palabras simples, no se puede pasar la vida derrochando irresponsablemente.
La dictadura promovió la idea de una economía inclusiva y plural, pero está claro que solo favoreció a sus adeptos y cómplices. No es lo mismo generar empleo improductivo e inútil desde el aparato político, que conseguir producción, riqueza, empleo bien renumerado y crecimiento sostenible mediante la iniciativa privada y el emprendimiento.
La actual coyuntura económica es una oportunidad para que surjan nuevos líderes políticos. Pero no me refiero a caudillos con complejo de salvadores, sino a ciudadanos comprometidos con la defensa y promoción de las libertades, el progreso y la república. Es decir, se tiene que buscar un cambio de modelo.
Concretamente: 1) un presupuesto base cero para alcanzar la eficiencia del gasto público que pueda ser sostenible en el largo plazo. 2) en base a ese nivel óptimo de gasto, habrá que alcanzar un nivel de recaudación tributaria que lo pueda sostener, pero si nos basamos en un gobierno limitado, habrá espacio para eliminar los derechos de exportación y reducir el IUE a la mitad, no podemos seguir siendo un infierno fiscal. 3) permitir una dolarización espontánea, si esto es lo que la gente desea. Tratar como un criminal a quien busca dólares es un despropósito y una actitud dictatorial. 4) también será necesario recuperar el libre comercio, habilitando, por ejemplo, a los productores ganaderos a exportar carne, o a los importadores a contar con los insumos que necesitan para ser eficientes en los procesos de producción. Sólo de esa forma puede iniciarse un camino que nos permita competir a nivel global. 5) flexibilizar el mercado laboral para que vuelvan a surgir empresas que creen empleo y terminen de una vez con esta destrucción de capital y de trabajo. 6) avanzar hacia un federalismo real y la competencia fiscal, terminando con el poder central que tanto daño ha hecho a las economías de los departamentos de Bolivia.
Es cierto que en un pequeño artículo no se puede solucionar una crisis, pero se puede tomar estas sugerencias como punto de partida para el debate. ¡Bienvenida sea la crítica!