La manipulación de la culpa
La culpa es un sentimiento de responsabilidad por un daño causado. En la vida en sociedad, es el mecanismo protector de cierto orden. Por ejemplo, muchos asesinos seriales o ladrones se entregan a la justicia incapaces de soportar sus propias culpas. Hasta ahí todo bien, el problema es cuando se intenta -y muchos casos ya es un éxito- manipularla a favor de una ideología. Veamos.
A principios del 2010, en Buenos Aires – Argentina, Francisco Lotero y Miriam Coletti, movidos por un temor agudo al cambio climático, asesinaron a sus hijos -la última con tan solo siete meses- y luego se suicidaron. La familia Lotero Coletti llegó a la conclusión que la única manera de reducir la emisión de carbono era acabar con sus vidas.
Pero la histeria ambientalista no es el único camino para la manipulación del miedo. El veganismo -que no es más que una versión millennial de la falacia marxista de la explotación capitalista- usa videos, información y documentales de muy dudosa veracidad para imponer su activismo -si señores, el veganismo no es solo una dieta, sino un activismo político contra la industria cárnica-. Verbigracia, un vegano siempre te mencionará que las vacas son violadas y forzadas a separarse de sus bebes para darte leche. Argumento que cae en el ridículo ante cualquier conocedor de la industria láctea. O te dirá que los humanos no estamos diseñados para comer carne. Aunque no existe estudios que confirmen esa afirmación, que además contradice miles de años de historia de la humanidad.
Si el veganismo se mantendría dentro del ámbito personal no significaría mayor preocupación. El problema radica en la violencia de sus acciones. Por citar algunos casos, el domingo 28 de julio del 2019, bajo el lema de: «dejen de explotar animales» activistas interrumpieron en La rural -el encuentro ganadero más antiguo de la provincia Buenos Aires-. O los veganos que tomaron violentamente varios supermercados en Estados Unidos para protestar contra El día de acción de gracias. Paradójicamente, varios de esos activistas que reclaman por el «derecho animal» son, al mismo tiempo, promotores del aborto.
El doctor Lyle H. Rossiter -psiquiatra con más de cuarenta años de experiencia en su campo- dice que el socialismo, y en todas sus variantes, es un enfermedad mental, porque embiste contra todo lo bueno que tiene la sociedad occidental: gobiernos limitados, desarrollo económico y familias solidas. Y en cambio propone, o mejor dicho impone: la miseria, la esclavitud y la muerte.
El socialista promedio quiere que te sientas culpable por ser emprendedor, por amar a tu esposa y por cuidar a tus hijos. Pero quiere que seas feliz por vivir de un subsidio, por matar a tus hijos en el vientre materno, y quiere que sigas una dieta que te puede llevar a una muerte temprana. Sólo un enfermo mental puede promover semejante tipo de mundo, pero ya sabemos que no hay nada bueno en la mente de la izquierda.