El sueño progresista: individuos aislados y manipulables
Si algo tenemos que agradecerle al movimiento woke es el habernos mostrado que las grandes corporaciones y los estados pueden aliarse para acabar con las libertades de todos nosotros, los simples mortales que no somos ni ricos, ni poderosos. Si nos fijamos en las principales banderas del wokismo: feminismo, indigenismo, ambientalismo, aborto y migraciones masivas, veremos que todas ellas tienen apoyo de grandes compañías (Facebook, Twitter, Disney, NETFLIX…) y son políticas públicas en países como Canadá, los Estados Unidos o varias naciones de Europa.
Por ejemplo, la consultora McKinsey, en julio pasado, publicó un informe sobre el costo de descarbonizar la economía global. De aquí al 2050 se estima que se gasten unos 275.000 millones de dólares para «luchar» contra el cambio climático. El documento también pronostica que en ese proceso se perderán 185 millones de empleos. Obviamente, no serán los de consultores ambientales.
Sin embargo, no todos pierden con este experimento. Existen dos sectores que saldrán con las manos llenas: los Estados y las grandes corporaciones. Los primeros podrán cobrar los nuevos impuestos ecológicos. Las segundas serán las grandes receptoras de los subsidios y ayudas para acabar con el calentamiento global, sin mencionar los grandes monopolios que se adjudicarán.
Lo mismo pasa con el feminismo. Por citar un caso, en Bolivia las agrupaciones del pañuelo verde tienen financiamiento de los gobiernos de España Y Suiza. La Agencia técnica de cooperación de España (AECID), en la gestión 2017, apoyó con 480.000 euros al programa Educación transformadora en América Latina, que en Bolivia benefició a los municipios de La Paz y El Alto, en el departamento de La Paz; Trinidad, San Andrés, Guayaramerín y Magdalena en Beni; Potosí en la región homónima; Sucre, en Chuquisaca; y Cercado y Quillacollo, en la región de Cochabamba. De nuevo brilla el dinero fácil para los operadores del progresismo en Iberooamérica.
La combinación de feminismo y ecologismo alienta otro de los movimientos peligrosos de nuestros días: el antinatalismo. Para las trastornadas mentes progresistas, traer un niño al mundo ya no es motivo de alegría, sino de preocupación. Esa nueva vida consume los valiosos recursos de la Pachamama. No es una bendición para sus padres y familiares, sino un potencial terrorista medio ambiental.
Pero los niños por nacer todavía pueden volverse sujetos de consumo. Cosa que los viejos ya no. Además, no hay suficientes jóvenes para sostener los sistemas de pensiones. Por eso, los decrépitos ancianos pueden optar por una salida: la eutanasia. Claro que ésta será garantizada por los Estados y suministrada por, eureka, algún filántropo de las grandes corporaciones.
Ni siquiera el viejo y hermoso sexo carnal queda libre. Ya gente como Mark Zuckerberg habla de un metaverso donde podrás tener hasta relaciones sexuales en «realidad» virtual. Acá debemos aclarar algo, la realidad que nos habla el creador de Facebook es una donde él es el amo y señor.
Es evidente que los grandes capitales y los tiranos rosas coinciden en mostrarnos que el gran problema de la actualidad eres tú. Sí, sí tú, porque decidiste tener hijos, pensar por ti mismo, y vivir sin miedos. Eso les molesta a las élites que quieren un mundo despoblado, individuos aislados y, completamente, manipulables. Para eso van a destinar millones de dólares ―que luego serán recuperados con altas tasas de rentabilidad― en rediseñar al ser humano y sus hábitos de vida.
Es obvio que todas estas ideas homicidas no pueden mostrarse tan crudamente. Es necesario darles un toque marquetero. No hablamos de matar niños por nacer, sino del «derecho» de la mujer a decidir sobre su cuerpo. A la ingeniería social la camuflamos de «inclusión» y «tolerancia». En síntesis, hagamos que los individuos estén felices de consumir el veneno de su propia destrucción.
*Artículo originalmente publicado en www.laiberia.es el jueves 08/09/2022