El rugido del León
La senadora Andrea Barrientos, de la fuerza opositora Comunidad Ciudadana, manifestó de manera textual: «Nosotros tenemos más cosas en común con el MAS que con Creemos». Su excesiva sinceridad le costó el cargo de jefa de bancada de su partido, aunque mantuvo su curul en la Asamblea plurinacional de Bolivia.
Asimismo, el diputado Miguel Roca de la misma fuerza política, en un debate con el reconocido economista boliviano Antonio Saravia, afirmó de manera fehaciente: «El mercado no promueve el desarrollo».
Obviamente, la respuesta de Antonio Saravia fue mostrarle -usando una buena cantidad de evidencia empírica- que el diputado estaba completamente equivocado. A manera de conclusión del debate y con aire de decepción Saravia, en su columna del 13 de septiembre, escribió lo siguiente: «Comunidad Ciudadana no está dispuesta a imaginar, proponer y enamorar a la gente con una nueva visión de país».
¿Por qué dos parlamentarios «opositores» avalan y defienden el modelo político del Movimiento Al Socialismo?
En 1992, Murray Rothbard, en su artículo ¿Qué es el populismo de derecha?, describía perfectamente la situación: «vivimos en un país estatista dominado por una elite gobernante, que consiste en la coalición de grandes gobiernos, grandes grupos empresarios, y varios grupos de intereses especiales con influencia en la esfera pública.»
Si bien, el análisis de Rothbard se refería a los Estados Unidos de principios de la década de los 90 -además de ser uno de los documentos que dio nacimiento al movimiento paleolibertario-, es extrapolable a la realidad latinoamericana del presente siglo. Pues nosotros, de igual manera, somos prisioneros de una élite política que tiene muchos intereses en mantener el estado actual de las cosas, jugosos sueldos y grandes lujos, por ejemplo. Por ende, esperar un cambio de parte del oficialismo o la oposición no deja de ser una simple utopía.
Entonces, eso nos presenta otro desafío: diseñar una estrategia para enfrentar a la nomemklatura (en términos del fallecido Michael Voslensky).
Esa estrategia se podría estructurar en: a) promocionar nuestros propios formadores de opinión en medios de prensa y redes sociales; y b) atacar directamente a las masas, hacer entrar en cortocircuito a los medios de comunicación y a las elites dominantes, alentar el levantamiento de la sociedad civil contra estos grupos que las están saqueando, confundiendo y oprimiendo, tanto socialmente como económicamente.
Pero la estrategia debe fusionar lo abstracto con lo concreto. No debe simplemente atacar a las elites en abstracto, sino hacer foco específicamente en el sistema estatista existente, en aquellos personajes que integran los grupos de privilegiados. Mostrar, por ejemplo, que Carlos Mesa, Jorge Quiroga, Luis Arce Catacora y Evo Morales son todos integrantes de la misma rosca elitista que puede vivir del trabajo de todos nosotros.
Ese camino es el que siguió el economista argentino Javier Milei. Pues incluso detestando la política, hizo un enorme esfuerzo por participar en las elecciones para diputados, los resultados dicen que no se equivocó.
El libertario logró un resultado histórico como candidato a diputado nacional en la Ciudad de Buenos Aires, consolidando su voto entorno al 14% y logrando el apoyo de 238.552 porteños en un distrito dominado por el macrismo hace más de una década.
Esta victoria viene con un condimento extra. Los mejores resultados de Milei se dieron en la Comuna 8 (Villa Soldati, Villa Riachuelo y Villa Lugano) y la Comuna 9 (Liniers, Mataderos y Parque Avellaneda) donde logró 14,9% y 15,1% respectivamente.
Además, en los barrios más humildes de Ciudad Autónoma de Buenos Aires triplicó al Frente de Izquierda, donde los socialistas solían tener su feudo. Por ejemplo, en la Comuna 4 (Boca, Barracas, Parque Patricios y Nueva Pompeya) sacó el 13,8% mientras que Myriam Bregman obtuvo 4,6%.
Esos datos muestran algo más: la gente pobre no quiere toda esa basura progresista del lenguaje inclusivo y el aborto, sino un país donde pueda trabajar, ahorrar e invertir para prosperar.
Por eso, no debería sorprendernos las reacciones de toda la clase política latinoamericana. Ya que, en todos los países de la región, España incluida, los medios de prensa atacaron a Milei con los epítetos de «ultraderechista» y «ultraliberal» -ni hablar de la prensa boliviana que solo hace copy paste de los medios extranjeros-. En todo caso, si la palabra ultra sirve para señalar algo muy malo, los políticos bolivianos serían «ultrainútiles».
Finalmente, el fenómeno de Javier Milei tiene algo más que enseñarnos: nuestros pueblos no quieren ser guiados como corderos, sino rugir como leones.
¡Viva la libertad carajo!