De los movimientos sociales al reinado de las pandillas
Ernesto Laclau ―filósofo argentino muy ligado a los gobiernos del Socialismo del siglo 21― en su libro, La razón populista, afirma que el populismo es una manera de construir lo político.
Si nos centramos en la definición de Laclau, el populismo sería una manera de otorgar identidad a un grupo social, al que llamaremos «pueblo», un ente portador de todas las virtudes posibles, y, al mismo tiempo, crear el «antipueblo», cualquiera que no acepte los postulados populistas pasa a ser el enemigo. En resumen, si el pueblo es la perfección sobre la tierra, es incapaz de equivocarse. Ergo, todo lo que haga siempre será en afán de un futuro «mejor».
Aunque muchos pensadores, Axel Kaizer, por ejemplo, han tumbado las falacias y sofismas del discurso populista, ya que no pasa de ser un conjunto de sentimentalismos vacíos y propuestas irrealizables. Sin embargo, nadie se ha ocupado de analizar quienes forman parte del pueblo de los populistas, que cuando ingresa en acción desestabilizadora pasan a llamarse: Movimientos sociales
La historia reciente, especialmente, de Bolivia, Chile, Colombia y Ecuador, nos muestra que los movimientos sociales son la suma de gente que pide reivindicaciones, en cierto sentido justas, idealistas de izquierda ―esos confundidos que veneran al Che Guevara aún sin conocerlo― y grupos criminales, pandillas, en particular.
Max Manwaring ―uno de los mayores conocedores del movimiento de las maras a nivel mundial― explica la evolución de las pandillas en la región. Veamos
Las pandillas han evolucionado a través de tres generaciones de desarrollo. Las pandillas de primera generación están orientadas al dominio de pequeños territorios. Tienen liderazgo poco sofisticado, y centran su atención en sembrar miedo alrededor de sus zonas más cercanas (barrios, comunas, villas miseria o colonias)
En cambio, las pandillas de segunda generación tienen un liderazgo más centralizado. Asimismo, los miembros tienden a centrarse en el tráfico de drogas y la protección del mercado. También operan en un área geográfica más amplia que puede incluir ciudades vecinas y otros países. La Mara Salvatrucha, Los Mongols, Los Wah Ching o Los Ángeles del Infierno son ejemplos de este tipo de pandillas.
Finalmente, las pandillas de tercera generación se desarrollan en organizaciones criminales transnacionales muy sofisticadas con agendas políticas y económicas ambiciosas. En relación con esto, comienzan a controlar territorios dentro de un Estado (forman republiquetas). Además, adquieren el poder para chantajear y tumbar gobiernos. Esta acción tiene por objetivo garantizar la seguridad y libertad de movimiento para las actividades ilícitas, entre ellas, el narcotráfico a gran escala.
El Foro de Sao Paulo cumple todos los requisitos para ser catalogado como una pandilla de tercera generación. Puesto que es una amenaza transnacional con la capacidad de agitar de jure la soberanía de las naciones. Verbigracia, cuando Diosdado Cabello mencionó: «La brisa bolivariana que recorre la región se convertirá en huracán», estaba declarando la guerra a toda América Latina, sólo hay que recordar Chile 2019, Bolivia 2020 (el bloqueo del oxígeno), Colombia 2021 y, recientemente, Ecuador.
Adicionalmente, a finales de junio del presente año, Marcos Valerio ―quien está condenado a 37 años de prisión, por sobornar a legisladores durante el gobierno de Lula Da Silva― reveló unos presuntos nexos entre el Partido de los Trabajadores y el Primer Comando Capital, la pandilla más peligrosa de Brasil. Cosa que no sería novedosa, pues el PCC tiene una estrecha relación con El Socialismo del Siglo 21 desde el 2002.
Ahora mismo, mi natal Bolivia sufre un baño de sangre generado por bandas ligadas al narcotráfico. Las cosas van tan mal, que parlamentarios del Movimiento Al Socialismo ―Rolando Cuellar, específicamente― acusan a la cúpula de su partido de recibir dineros «calientes».
No obstante, esa sólo sería una de las relaciones directas entre el partido de Evo Morales y los cárteles. Pues van más de quince casos de dirigentes masistas involucrados en negocios ilícitos, entre ellos, Rómer Gutiérrez y Carmen Lima Lobo (madre de uno de los peces gordos de Bolivia).
En conclusión, el populismo es el recurso retórico que usa el Foro de Sao Paulo para generar conflictos sangrientos en nuestras naciones. No es política, es crimen transnacional dirigido desde La Habana.